Opinión: OPIN-01 El respeto por los espacios públicos

La novedad de que una plaza fue loteada y destinada a la construcción de viviendas particulares impactó en la opinión pública y provocó una reacción inmediata de las autoridades municipales, que anticiparon medidas directas y acciones judiciales, según el caso, para revertir la situación. Hace poco más de una semana, las páginas de este diario informaban sobre la utilización de un espacio público -hasta hace poco tiempo destinado al juego y esparcimiento de grandes y chicos- para edificaciones privadas. Fueron los propios vecinos los que, conscientes de que estaban a punto de perder un lugar que les pertenecía y que había sido gestionado y puesto en valor con su propio esfuerzo, decidieron actuar y denunciar el caso.

No es la primera vez que se advierte sobre una situación similar: a finales de 2006 sorprendía la noticia de cocheras particulares construidas también en un área pública en barrio El Pozo. En aquel caso se escucharon los argumentos de quienes habían decidido erigir la obra y de aquellos que se oponían a esta decisión. Finalmente, las construcciones fueron demolidas.

El espacio público es, por definición, de todos -y accesible a todos-; posibilita el tránsito, el encuentro comunitario, el uso común y la manifestación de expresiones colectivas. Es, por lo tanto, la antítesis del espacio privado, aquel que se utiliza en beneficio propio y para la satisfacción de necesidades personales o familiares.

En tiempos en que la realización de espectáculos culturales en ámbitos públicos ha ganado protagonismo -viabilizando una saludable participación e intercambio de toda la comunidad-, difundida la decisión de generar nuevos sitios en los que sea factible la práctica de deportes, conocidos los anuncios sobre la recuperación de plazas y parques, y reconocida la necesidad de contar con más espacios verdes para complementar el crecimiento exponencial de áreas construidas, acciones como las denunciadas resultan contradictorias e irritantes.

Las plazas no son los únicos espacios públicos. También lo son las calles y veredas cuyo uso se ve, frecuentemente, desdibujado. Comercios que avanzan sobre la zona de uso común, construcciones que transgreden la línea de edificación o que directamente se asientan sobre una futura traza de circulación constituyen ejemplos visibles de una acción desaprensiva o, en el mejor de los casos, de un flagrante desconocimiento de la normativa.

Claro que la contrapartida de este respeto por parte de la comunidad es el compromiso que asumen las autoridades por cuidar y preservar los espacios que pertenecen a todos.

Si bien ese cuidado debe ser compartido, y esto implica que a las medidas oficiales se deben sumar acciones individuales y cotidianas, es evidente que el mantenimiento de los espacios públicos y la obligación de velar para que no adquieran usos que no le son propios es intransferible. Ese parece ser el compromiso asumido para el caso de la plazoleta que nos ocupa y que será recuperada para el uso recreativo, cultural y deportivo que todo el barrio demanda.