Opinión: OPIN-02 Internas que desnudan la parálisis del gobierno
Si el viento que lleva el humo soplara para otro lado, ¿alguien del gobierno porteño se habría enterado? Foto: DyN

El humo lo contamina todo, nubla las visiones y hace el aire irrespirable. Mientras el campo grita "íTraición!" y duda cada vez más de las intenciones del gobierno, y la opinión pública se pregunta si verdaderamente fueron ellos los culpables de los incendios, cómo hicieron los productores rurales para que el viento soplara del noroeste para complicarles la vida a los habitantes de la Capital Federal y deteriorar aún más la imagen gubernamental, el gran set de interrogantes de los últimos días en materia política se ha centrado alrededor de la figura de Alberto Fernández.

¿De dónde salieron los rumores que devalúan a Fernández por derecha y por izquierda? ¿Alguien busca correrlo de la escena política? ¿Será parte toda esta ofensiva de un operativo mayor destinado a oxigenar el elenco de ministros, tras el desgaste gubernamental? Sobre ninguna de estas cosas se habría especulado seguramente si las soluciones a los problemas que han puesto en jaque a la presidenta de la Nación durante su corto período constitucional hubieran sido encaradas con mayor racionalidad y con menos visceralidad por parte del gobierno, especialmente en cómo se interpretó la adhesión de grandes capas de la clase media urbana a la cruzada del agro.

La imposición de las retenciones móviles fue el punto de quiebre de una situación que ya venía dislocada por el derrape inflacionario y por el poco tino de esconder la realidad debajo de la alfombra, a partir de índices de precios esgrimidos ante testigos privilegiados de la situación parados frente al mostrador. La advertencia de las cacerolas en contra de la presión tributaria tuvo más que ver con la memoria económica y con el temor del "antes de que me vuelva a tocar" que con Cecilia Pando de Mercado.

Las malas lecturas de la realidad sobre el agro y la inflación y las consecuentes reacciones, entre ellas el castigo a la misión de la prensa, han sido otras de las características del último período, junto a la profundización del divorcio con el mundo, la falta de inversiones y, sobre todo, la notoria parálisis para construir previsibilidad.

Para enmarcar el caso Fernández dentro del internismo que ha terminado de aflorar en medio de todas estas tensiones, hay que recordar previamente que el funcionario ha sido y es, a la hora de la toma de decisiones, una de las cuatro personas más influyentes de la Argentina y que, aunque está en el mismo escalón del secretario técnico y legal de la Presidencia, Carlos Zanini, por lógica tiene por encima al matrimonio Kirchner.

Ante la escalada de deterioros varios, que en cualquier gobierno podrían maquillarse con el refresh de un cambio de gabinete, un esquema de este tipo no permite resolver de inmediato una situación de crisis, ya que los Kirchner, por decisión propia, son sus propios fusibles. Ante esta alternativa, si un cambio de figuras ministeriales podría no ser efectivo, al gobierno le quedan dos caminos igualmente peligrosos: hacer nada o patear el tablero, a lo Chávez. El sacrificio de un integrante de la cúpula podría ser una alternativa intermedia. En el revitalizado justicialismo creen, sin dudas, que todas estas manifestaciones anti-Fernández han contado con "el aval de Puerto Madero", es decir, de Néstor Kirchner.

¿De qué se lo acusa al jefe de Gabinete? Entre otras cosas, de pensar, como lo hacen muchos empresarios, que el modelo kirchnerista perdió la iniciativa política y que hay serios problemas de gestión en la administración que estarían tirando por la borda buena parte de lo que se ha construido en materia económica. Desde afuera, la sensación es que el gobierno no sabe, no puede o no quiere abandonar el esquema de confrontación permanente para construir un segundo escalón de su modelo, esta vez con mayor articulación del sector privado.

También se le endilga a Fernández poseer, nada más ni nada menos, que una dosis excesiva de blandura, aunque es dable sospechar que ha tomado este papel para contrapesar en el diálogo con el campo a la topadora kirchnerista, Guillermo Moreno, quien cada vez que se sienta a una mesa es para generar provocación y discordia.

Tampoco el ministro de Economía resultó indemne de los rumores de salida del gobierno, ya que se lo reconoce "hombre" de Alberto, pero, además, quedó marginado en las negociaciones con el campo.

Con respecto al humo que invade a los porteños, quienes saben de agricultura señalan que la modalidad de incendiar terrenos se realiza en la zona siempre después de agosto, para aprovechar el rebrote de primavera y explican que, ahora, el que más sufrirá será el ganado, ya que después del fuego no quedan pasturas, por lo que no habría servido dejar a los animales sin alimento durante el invierno. Tan conspirativos como lo es el gobierno, muchos productores dicen que la mano negra del primer fósforo fue de carácter oficial, para ponerlos en la picota ante la opinión pública.

Entre culpas repartidas, lo cierto y muy grave es que la gente del primer conglomerado urbano del país está sufriendo por la falta de oxígeno y por la calidad del aire que respira. Cosas del mercado, los barbijos protectores, que valían $ 0,35 cada uno en las farmacias, este viernes se cotizaban $ 2,50. Más allá del ejemplo, 600 % más... íQue no se entere Moreno!

Hugo E.Grimaldi (DyN)