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Veinte años de preguntas
El enigma del caso Marta Romero. La hija de Elsa Bertoldi, llamada Marta Romero, desapareció en marzo de 1988 luego de salir de su casa rumbo a una reunión a la que nunca llegó. Desde entonces, la madre mantiene viva su memoria, reclama respuestas y pide que se desvanezca la indiferencia para que, finalmente, se haga justicia. textos de Revista Nosotros

Elsa pliega y despliega un pañuelo celeste y lo usa varias veces durante la charla, cuando el llanto se impone a un esfuerzo enorme por sofocarlo. Tiene el rostro, la voz y el cuerpo marcados por el dolor de haber vivido tantos años sin saber nada de su hija, Marta Romero, la profesora de Educación Física que el 23 de marzo de 1988 salió de su casa para asistir a una reunión con el padre de su hija en un estudio jurídico al que nunca llegó.

Veinte años después, Elsa afirma: "no creas que es porque estoy hablando con vos; todos los días la lloro", y nadie lo pone en duda. A la ausencia de su hija sumó durante estas dos décadas la falta de información certera sobre lo ocurrido aquel día, propuestas de profesionales del Derecho de ocuparse del caso a cambio de dinero, y versiones sobre una vida privada que ligaba a su hija a todo tipo de actividades reñidas con la legalidad, quizá como una conocida y perversa forma de justificar lo injustificable.

"Yo defiendo la memoria de mi hija y quiero que mi nieta sepa que la madre no la abandonó". Y ahora sí, Elsa se derrumba sobre la mesa y el llanto se hace incontrolable.

Lucha sin descanso

A lo largo de la charla con Nosotros sus manos no se quedan quietas, como tampoco lo estuvo ella misma durante estos 20 años en que siguió preguntando dónde estaba su hija, qué le pasó y por qué aún no hay un responsable sobre quien se aplique justicia.

En los primeros días que siguieron a la desaparición de su hija repartió fotocopias por la zona para pedir ayuda. Por aquellos días se escribía sobre la "abnegada actitud de una madre humilde que lleva su cruz a cuestas" y, parafraseando a Almafuerte, se decía de ella que "no se da por vencida, ni aún vencida".

Ahora, sentada en el comedor de su casa, la misma de la que salió por última vez Marta hace tanto tiempo, reseña que durante todos estos años hubo "influencias" que impidieron trabajar "como era debido" desde el principio, que la trataron mal cuando hizo preguntas; que a su criterio se volvió más fuerte la investigación sobre la víctima que sobre los responsables de su desaparición; que hasta un macabro anónimo le tiraron frente a la puerta de su casa.

Hoy, Elsa Bertoldi asume que "no hay cuerpo, ni pruebas ni testigos, y con la lógica no se puede condenar a nadie", pero cuestiona el beneficio de la duda, principio jurídico según el cual debe demostrarse fehacientemente la culpabilidad y, en caso contrario, presume la inocencia.

Cien interrogantes y ninguna respuesta

"Al principio tuve una reacción natural y creía que mi hija estaba viva. Después, rebobinando, me di cuenta de que la mataron el primer día...". Elsa recuerda cómo fueron las últimas horas de aquella jornada, después de las 17.45, cuando Marta Romero salió de la casa y dejó a su pequeña hija de siete meses al cuidado de su madre. "Ese día se alistó para salir. Pasaron las horas y no volvía...".

"Salió como quien dice "ya vuelvo", escribía José Luis Pagés, periodista de el Litoral, en la edición de la revista Nosotros del 1º de setiembre de 1997. "Era marzo y apretaba el calor. Marta Romero, ex alumna de Adoratrices y profesional egresada del Instituto Superior de Educación Física, vestía de blanco y cargaba con un bolso de mano cuando traspasó el umbral por última vez para perderse en un tiempo y espacio desconocidos", relataba el periodista.

Y añadía: "debía reunirse aquella tarde con su ex compañero y padre de la niña. Se habían citado para tratar temas comunes en un estudio jurídico. Marta Romero nunca llegaría allí y tampoco regresaría al punto de partida".

Su coche, en tanto, "fue encontrado frente al hospital Iturraspe, a escasa distancia de aquel estudio. Sus puertas estaban cerradas, pero sin llave. En el habitáculo no había signos de violencia. Por fin, con el paso de los días y ante la total ausencia de noticias, comenzaron a tejerse mil conjeturas".

Un sólo reclamo: justicia

En todos estos años, con cada 23 de marzo llega a la redacción del diario un texto escrito de puño y letra por Elsa, siempre dirigido a su hija y a las autoridades encargadas de investigar y saldar un caso que la incertidumbre no permite cerrar.

Fue así también el último marzo, cuando Elsa escribió: "hace veinte años que te quitaron la vida y no hubo motivo que lo justifique; fue el odio de una mente enferma que privó a tu hija del amor, la ternura, la comprensión... tantas cosas bellas que sólo una madre puede brindar".

En el mismo texto apunta que "aquellos que pudieron hacer justicia debieron humanizar sus tareas, porque detrás de cada víctima hay una familia que sufre".

Después de tantos años y otra vez en diálogo con Nosotros, Elsa se pregunta qué se puede reclamar a esta altura. "Que se cambie la carátula del expediente, de localización de paradero a presunción de fallecimiento, trámite que se hizo en la parte civil pero no en la penal; que un abogado penalista sin fines de lucro se interese por el caso; que se desvanezca la indiferencia y la impunidad y -por sobre todo- que mi nieta sea feliz".

%sPuño y letra: versos para Marta

Saturada de paz

está tu alma,

como una estrella

suspendida en el aire.

No te fuiste.

Estás conmigo

en el recuerdo

de tu dulce infancia,

de tu preciosa adolescencia

y de tu juventud

que quedó truncada.

No te fuiste,

estás en cada rincón

de esta casa.

En la mirada de tu hija,

en su sonrisa,

en su inocencia,

cuando pequeñita

- ¿dónde está mami?

me preguntaba.

No te fuiste,

estás en la memoria

de tus padres

y de tu hermano,

en el dolor que nos une,

en nuestras luchas

de tantos años

y en el anhelo

y en la esperanza,

de que Dios, a su manera,

haga justicia.