Nosotros: NOS-15
Toco y me voy
Disquisiciones sobre el trapo de piso
Hay cosas que la tecnología no puede cambiar o desplazar. Existen muchísimos productos y aparatos para que la gente limpie sus pisos. Pero el reinado del trapo de piso, una dinastía, un clan, no puede ser discutido. Nadie puede echar por tierra al trapo de piso.

Por Néstor Fenoglio

Hay amas de casa (y si ya empezamos así, marcando una cuestión de género, puedo percibir ciertas muequitas de disgusto desde el vamos, aun sin verlas...) que tienen una relación extraña con el trapo de piso. Hay una cuestión allí de odio-amor, de pasión y hasta de violencia, hay unas pulsiones circulando ida y vuelta, hay una cuestión psicológica no resuelta. Hay algo especial. Porque a veces, sin mediar "agua va", sin que exista polvo alguno que limpiar, ni huellas, ni nada, pues igualmente, el trapo de piso es convocado súbitamente, y obligado a funcionar.

Así concebido, el trapo de piso es una especie de restaurador del orden, un interventor, un pacificador, casi un peluquero o un taxista avezado en eso de contener el impulso de la ejecutante.

Me llama la atención la ductilidad o dualidad (por lo menos) del producto: el trapo de piso suele estar la mayor parte del tiempo en reposo, adelante o atrás de una puerta, con una suerte de presencia silenciosa pero ominosa, sumisa pero no sometida, por cuanto en cualquier momento pasa a la acción. Ya desde ahí te avisa, el guacho, que vos no podés, en esa casa, impunemente, venir y entrar a lo gurka. Pará un poquito hermano, porque vendrás muy de trabajar, muy del campo o de afuera, traerás mítico polvo de los caminos, pero llegás a una casa que ha estado en orden y que se ha mantenido limpia en tu ausencia. Y vos, por más vitalista que sea tu impronta, no podés venir de una a ensuciar.

Les regalo el tratado interior-exterior, les regalo también la discusión hombre-mujer; acá lo importante es que hay un mensaje en el piso que te dice: limpiate, acá hay reglas, acá mando yo. Como corresponde, el paño es cuadrado, con lo que recorta y precisa, reglamenta, un modo particular de comportarse, a vos, tortolito que venís ebrio de exterior, de vida y aire...

Y luego ese mismo trapo, con su indispensable y fálico complemento (les regalo, de nuevo, todo lo que piensan), se transforma en un poderoso artefacto de limpieza, que ninguna mecanización, ninguna aspiradora, ninguna sprayettada, ninguna llame ya puede igualar. El trapo y el palo de piso, juntos, con unas manos decididas en el extremo, son indestructibles y más vale que te apartes, que subas los pies, que pongas las barbas en remojo...

La elección del trapo de piso es ya un fenómeno en sí mismo, algo sólo reservado para los iniciados. Vos podés saber mucho de vinos y quedarte unos cuantos minutos frente a las góndolas que los contienen. Pero fijáte el modo en que una mujer elige un trapo de piso. Con vos no tuvo tantos reparos...

La consistencia, la futura capacidad de absorción, la textura, el modo y los porcentajes en que combinan algodones y sintéticos, la medida, los colores, todo es revisado con minucioso ojo experto.

Otro tópico llamativo es el estruje. El modo en que una persona toma el trapo de piso y lo retuerce para sacarle el agua y dejarlo humedecido y listo para repasar los pisos. Así como el deporte y la competencia pueden ser íconos modernos de las batallas en las que los hombres podemos sacarnos impulsos violentos de encima, les regalo también la metáfora del trapo de piso retorcido con violencia asesina. Creo que muchos matrimonios siguen "con vida" gracias al estrujado del trapo de piso (es un pensamiento retorcido, lo sé).

Y está también el traspaso que el noble trapo de piso le ha hecho al idioma. Uno se siente trapeado, por el suelo, echo un trapo, según los casos. Y es magnífico que el mismo elemento que todos pisan, "reciclado" y humedecido con los productos más modernos y perfumados (porque allí sí hubo cambios, alrededor del trapo y de los pisos, no en él mismo), limpie toda la suciedad que encuentre, la propia y la que le dejaron. Y que luego ese trapo de piso, "se saque" la tierra y el barro de encima y esté nuevamente limpio y dispuesto para lo que sea, literalmente a tus pies.