Opinión: OPIN-05
La vuelta al mundo
La libertad de Ingrid Betancourt

Es raro. La libertad de Ingrid Betancourt produjo más suspicacias que alegrías. Como su estado de salud parecía óptimo se dijo que todo había sido un gran fraude. No faltaron los que dijeron que en realidad nunca estuvo detenida. Los más politizados hablaron de un operativo conjunto con la CIA y el Mossad. O del pago de un rescate millonario. O de un soborno.

Si Ingrid hubiera recuperado la libertad transformada en un despojo, seguramente estas críticas no se habrían escuchado. Su pecado fue estar bien de salud. Que luego haya mostrado las marcas de las cadenas, los moretones o las cicatrices de las heridas, no alcanzó para satisfacer el morbo de los más curiosos. Acomodadas en los livings de sus casas, a las plateas contemporáneas les gusta vivir emociones violentas a través de experiencias ajenas. Una Ingrid sana y alegre es, en cierto sentido, una decepción. Mucho más interesante hubiera sido la exhibición de un cadáver o algo parecido.

Sin embargo, sería un error suponer que la curiosidad malsana de las doñas Rosa de la platea televisiva son las únicas responsables de lo sucedido. La liberación de Betancourt significó un triunfo para el gobierno de Uribe y una derrota para la estrategia de Chávez y sus aliados, entre los que se incluye el ex presidente argentino Néstor Kirchner.

A la distancia, la excursión veraniega a la selva por parte de Kirchner se parece más a una comedia tropical ideada por Woody Allen que un operativo de rescate promovido por un ex jefe de Estado. Recordemos que Kirchner peregrinó por la selva durante días buscando algo inexistente. Que Uribe le haya advertido que el niño Emanuel no estaba en manos de la guerrilla no sirvió de nada. Kirchner sólo estaba dispuesto a creerle a Chávez. Como se dice en estos casos: Dios pierde a los que se quieren perder.

No conforme con ese papelón diplomático, durante un tiempo se siguió insistiendo en una estrategia tendiente a legitimar a las FARC y descalificar al gobierno democrático más popular de la historia de Colombia. De la mano de Chávez, los señores Correa, Morales y Kirchner estaban dispuestos a afrontar todos los papelones. En el camino no vacilaron en ningunear a Uribe. Curioso. Mientras en la Argentina, Kirchner no está dispuesto a soportar la menor disidencia y amenaza con poner de rodillas a quien se le ocurra discrepar con su autoridad, en Colombia le reclamaba a Uribe, o por lo menos consentía, que legitimase a la guerrilla.

Para su desgracia, en esos meses se precipitó el derrumbe de las FARC. Sus dos jefes principales murieron. A uno lo liquidó la edad, el otro murió en combate. Se acentuaron las deserciones y los casos de corrupción. Si a alguien le quedaba alguna duda, los hechos demostraron que la guerrilla había perdido desde hacía mucho tiempo la mística de combate y el ascendiente moral.

Por último, la opinión pública tomó conocimiento del respaldo logístico y material del gobierno de Venezuela a la guerrilla. Los voceros de Chávez lo negaron, pero los hechos estaban allí, empecinados, porfiados, indiscretos. Chávez se esfuerza por presentarse como un jefe revolucionario, pero en realidad no es más que un caudillo demagogo, oportunista, maniobrero y tramposo. Cuando los hechos inexorables le hicieron comprender que la causa de las FARC era una causa perdida, descubrió de la noche a la mañana que la guerrilla no tiene destino en América latina. En la misma sintonía Fidel Castro aprovechó las circunstancias para ajustar cuentas con una guerrilla que nunca lo obedeció como a él le gusta. Y también hizo declaraciones públicas deslegitimando los procedimientos militares de las FARC. Conclusión: en pocas semanas la guerrilla supuestamente más popular de América latina se transformaba por derecha y por izquierda en la guerrilla más solitaria.

En este contexto, se produce la liberación de Betancourt. No hay mucha información disponible y a nadie le debería llamar la atención. Estos operativos son secretos y está bien que así sea. Uribe no va a convocar a una conferencia de prensa para anunciar el día y la hora en que se va a realizar el operativo "Jaque". Pero además, hay que saber que estas acciones no sólo se emprenden en secreto, sino que suelen realizarse mediante articulaciones de inteligencia con otros servicios. Que el Mossad o la CIA hayan participado, son probabilidades que no se deben descartar y mucho menos descalificar. En situaciones como éstas, un Estado nacional soberano dispone de la legitimidad necesaria para acordar asistencia tecnológica o militar para cumplir con una tarea en la que está en juego el interés de la Nación.

Un Estado nacional no se puede paralizar a la hora de tomar decisiones que ponen en juego su propia seguridad. ¿Vale todo entonces? No vale todo; vale aquello que incluye la legitimidad de los procedimientos y el ejercicio de sus atributos legales. Recurrir al Ejército para derrotar un desafío armado o convocar a la asistencia tecnológica de otros Estados es legítimo. Ese principio lo saben muy bien Fidel Castro y cualquier jefe de Estado que se precie de tal.

¿Hay otra imputación? Si. La del pago del rescate o la del soborno a jefes guerrilleros. El gobierno de Colombia la desmintió. Algunos pueden creerle, otros no. Suponiendo que, efectivamente, hubieran pagado un rescate o un soborno, habría que preguntarse cuál es el problema. Se sabe que muchas veces los gobiernos han debido recurrir a estas instancias para resolver problemas políticos o humanitarios. El tema merece discutirse, pero en los espacios académicos, no en los ámbitos descarnados del poder en donde lo que importa, y a veces urge, es tomar decisiones.

Aceptando hipotéticamente esta alternativa, queda claro que en todos los casos el debilitamiento político de la guerrilla está siempre en un primer plano. La derrota puede ser política, militar o moral. En el caso de las FARC podría decirse que su derrota cumplió con los tres requisitos.

Rogelio Alaniz