Opinión: OPIN-04
Al margen de la crónica
Invierno sin vacaciones

El pibe se levantó temprano. Temprano y solo, como todos los días. Sólo que esta vez caminó despacito hasta la esquina de la avenida y cruzó una sola mano hasta llegar al cantero central. Esa mañana, la niebla era insoportable y aunque ya había algo de luz, se colaba fría y húmeda entre la escasa y enorme ropa que lo cubría pero no lo abrigaba.

Del bolsillo sacó las naranjas Älas viejas pelotitas habían desaparecido en los apurados cotejos de los recreosÄ que podría comerse al final de la jornada sólo si conseguía otras para el día siguiente. Ahora eran sus únicas herramientas de trabajo y, probablemente, su único alimento por horas.

Esa mañana dependía de las naranjas y de su suerte para que la niebla y la indiferencia no terminasen escondiéndolo del todo a esas miradas siempre fijas en el semáforo y en el resto de los autos. Aunque ya estaba acostumbrado a sentirse invisible: en las horas libres de la tarde Äque para él nunca lo eranÄ, los fines de semana y el verano pasaba lo mismo.

En otra esquina hay dos pibes más: no hacen malabares, sólo se turnan para pedir monedas cada vez que cambia la luz y luego se sientan a jugar con las cartas. íPum!, las manos entrelazadas para dar el certero golpe. "íSi se da vuelta, me la quedo!", grita uno. íPum!, otro golpe, a ver quién se lleva ésta. Por algunos minutos, la esquina y la obligación de juntar plata parecen desaparecer para ellos, abstraídos como están en un juego que conocen muchos otros chicos, que seguramente practicarán con ruido de autos de fondo, pero al margen de riesgos y ajenos al cambio de luces del semáforo.

Los tres extrañan el ruido de los recreos, la compañía de otros chicos, la leche que les ayuda a abrir los ojos y la cabeza. Pero las vacaciones Äbueno, eso que otros nombran como vacacionesÄ dejan más tiempo para reunir ese metal escurridizo y escaso que les lleva el tiempo y la infancia, aunque nunca alcance para cambiarles la suerte. Los tres cuentan los días para volver a ese lugar que, al final, se les figura como el verdadero recreo.