Opinión: OPIN-02
Apuntes de política provincial
La Caja que llama
Hermes Binner y Ángel Sciara. Foto: Dibujo: Cejas

Teresa Pandolfo

La primera idea que llegó a la mente de esta periodista, cuando se fue confirmando el propósito de Hermes Binner de adelantar una reforma tributaria "con progresividad en todos los impuestos", fue pensar que se estaba obrando igual que la Nación cuando intentó aumentar las alícuotas de las retenciones: recaudar más para cubrir gastos, en una época de menor actividad económica. "Obran igual: ante necesidades de caja, aumentarán la presión fiscal", pensó.

El juicio se entrelazó con otra especulación: "Demasiado suma esta nueva estructura de ministerios, con nombramientos a doquier en la estratificada pirámide de cargos y asesorías. Los costos de viáticos, de residencia y viajes permanentes se han disparado y, para colmo, todavía no se observan resultados concretos en nada. ¿Alguien sabe lo que cuesta esta reforma?".

Inmediatamente, quien escribe "Apuntes..." siguió hilando que "los socialistas se han asustado porque comparan el primer semestre de 2008 con igual período de 2007". La causa no debería buscarse sólo en el conflicto del gobierno con el campo que atravesó toda la provincia porque, cuando se inició, ya algunos sectores venían teniendo una menor performance. Tampoco hay que dejar de lado la influencia de la sequía norteña.

En fin, la idea de que la Casa Gris, impactada por el parate económico y el magro resultado del nivel de llegada del gobernador Binner ante la presidenta Cristina Fernández, apelaba a la menos imaginativa de las decisiones: aumentar las contribuciones fiscales.

Entre aseveraciones y otras elucubraciones

Para ese momento, ya era pública la opinión de ex ministros de Hacienda como Juan Carlos Mercier y de Walter Agosto Äque conocen los números presupuestarios más que a la familiaÄ, que declararon como innecesaria la reforma, fundamentando la opinión en un nivel de ingresos que continuaba siendo aceptable y porque Santa Fe no era una provincia endeudada, en comparación con Córdoba y Buenos Aires. Al mismo tiempo, se computaba la reacción de los vecinos por la destemplada suba de la Tasa Municipal en la ciudad capital.

A media semana, todo se mezclaba, y no a favor de la Casa Gris, porque Äaparte de los mensajes que llegaban: "Quieren aumentar los impuestos y viven en el Holiday Inn" Ä, objetivamente Santa Fe ha tenido períodos peores, económica y financieramente hablando.

En este cuadro, siempre mental, se reconocía una menor actividad económica; que resultará difícil que el gobierno bifronte nacional comprenda lo que significa una verdadera política exportadora y mantendrá el freno a las exportaciones de carnes, lácteos y granos Ävía subterfugios como cupos y otras disposiciones de la Oncca y la AfipÄ, y que el productor rural seguirá enojado un tiempo más y demorará en volver a invertir en equipos.

Pero, paralelamente, se era consciente de que, en gran parte del territorio, la producción se encuentra intacta, aunque guardada, y que seguirá habiendo precios buenos para los granos, aun cuando no se vuelva al tablero del récord sobre el récord. En los dos últimos años hubo un acostumbramiento al efecto multiplicador del boom de los precios agropecuarios sobre las otras actividades. Era lógico pensar que esto iba a tener un límite.

La catarsis de la periodista tuvo lugar en el despacho del ministro de Gobierno, Antonio Bonfatti, quien esa noche compartía con el gobernador y dos pares más, Juan José Bertero y Ángel Sciara, una comida pedida por la dirigencia industrial de la provincia.

Los empresarios llegaron al encuentro con los número de ingresos y egresos del semestre, nivel de recaudación propia y coparticipación nacional, así como con las explicaciones de algunos especialistas consultados. El gobierno no los convenció y los anfitriones dejaron la velada con la impresión de que el Ejecutivo se propone más ingresos sin tener definiciones concretas sobre el diseño de la reforma y de su alcance. Por lo que se pudo saber luego, se concluye que el desconcierto "capeó" ambas partes, porque también los industriales dejaron en claro que cualquier incremento lo terminaba pagando el consumidor.

La deuda pendiente

Bonfatti defendió la necesidad de la reforma por el nivel proyectado de los gastos sobre los recursos, cruzando los primeros la línea de los ingresos. Atribuyó lo ocurrido a una inflación superior a la estimada, la cual se traslada a las demandas hacia el Estado. En su análisis no hubo mención alguna de trabajar sobre el gasto, pero ésta no es su especialidad.

Lo esencial de esa charla de 30 minutos Äque operó sobre otra línea de pensamientosÄ fue la afirmación de que "éste no es un problema del gobierno, sino de todos los santafesinos, que debemos decidir qué queremos en materia de salud, qué calidad de educación deseamos y así en seguridad y otros ítems".

Bonfatti hizo un enfoque político, terreno en el que se maneja como pez en el agua y con pocas palabras. Quizás su análisis no alcance para los empresarios, porque éstos conocen mucho de números y saben cómo manejar empresas y crecer en épocas de vacas flacas Äy muy flacasÄ como hemos tenido antes.

Al llegar al final de esta entrega, debería apelarse a que se coloque el ojo en cuidar el gasto y ser en todos los casos austeros, porque el funcionario es un intermediario del aporte de los habitantes de un territorio, orientado hacia un fin que debe mostrarse.

En segundo lugar, tener esperanzas. Binner, a lo mejor, no pasará a la historia por ser el más brillante de los gobernadores, pero sí tiene una importantísima trama de relaciones y es un gran escucha acerca de las experiencias con éxito en otros lugares. Conduce un equipo cuyo núcleo duro dice tener políticas definidas para todas las áreas. En tres años más, se verá si la ciudadanía decide reelegir o no a la coalición frentista, por sus logros transformadores en la provincia.

Y aquí manda un paréntesis y una profunda reflexión: durante décadas, con distintas improntas, Santa Fe tuvo gobiernos de signo justicialista. No se cumplieron las promesas nacionales en puentes, caminos, acueductos y gasoductos. Llevamos, además, la triste marca de ser una provincia muy rica y diversificada en su producción, pero con un alto porcentaje de población por debajo de las líneas de pobreza y de indigencia, separada de todo circuito productivo y sin los más elementales servicios de primera necesidad.

Todo esto y mucho más está pendiente, a pesar de buenos años de recaudación y de los 43.000 millones de pesos que la presidenta de la Nación dice haber mandado a Santa Fe en cinco años. Es decir, la tarea a realizar es enorme y la pregunta es si no habrá que pensar en las equivocaciones incurridas y en que no hay más márgenes para yerros.

La interrogación corre para todos: para la ciudadanía, que votó creyendo en tal o cual partido o persona; para quienes hoy ocupan la Casa Gris y, también, para quienes nos gobernaron durante años, durante los cuales hubo pocos cambios en la acción del Estado.

Sería deseable no cerrarse antes de conocer a fondo la reforma impositiva que se proyecta, ni antes de saber cómo se controlará y optimizará el gasto, ni antes de que se expliquen las metas de desarrollo a privilegiar. Soñar es gratis, pero los recursos de los contribuyentes, finitos.