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¿Se debe reprender a un niño?
Serenidad ante todo. ¿Te resulta imposible mantener la calma, y no podés conseguir que tu hijo cambie de rumbo? ¿En qué te has equivocado? Aquí, algunas claves para que las reprimendas sean eficaces, sin que los mayores pierdan los nervios ni el control de la situación.

Le has explicado infinidad de veces que no debe pintar en las paredes, que debe recoger las cosas y ordenar su habitación, que se coma todo lo que le pone en el plato, que deje de tirar los productos al suelo en el supermercado. Pero, mientras van creciendo tu desesperación y frustración, comprobás que tu hijo no te hace ningún caso. Parece habitar en otra galaxia, donde hablan en un idioma diferente al tuyo.

En algunas ocasiones, incluso tus advertencias parecen tener el efecto contrario al buscado: tu "pequeña y adorable fiera" se dedica con renovado ímpetu a "hacer aquello que no debe hacer", sacándote de las casillas.

Otras veces, los chillidos, pataleos y rabietas, que te "regalan" tus hijos cuando no accedés a cumplir sus deseos (un chocolate un juguete, un capricho) te hacen perder igualmente esos nervios, que te has prometido mantener bajo control.

¿Te resulta imposible mantener la calma, y no podés conseguir que tu niño cambie de rumbo?. ¿En que te has equivocado? ¿Cuál es la mejor forma de reprender a un pequeño? ¿Cómo se puede evitar perder lo nervios y el control de la situación?

Mantener la serenidad, intentar razonar, actuar con lógica, buscar un enfoque positivo, emplear una buena dosis de paciencia y comprensión, son algunas de las claves del éxito, cuando se aborda la difícil cuestión de regañar a los hijos.

Además, es conveniente tener en cuenta algunas ideas básicas, propuestas por el psicólogo Michael Domjan y la experta Beatriz Palt, autora del libro "Cómo regañar, pero bien".

En busca de alternativas

En muchos casos resulta más eficaz llamar la atención del niño en otra dirección, proponiéndole que emprenda una actividad estimulante y distinta a la que está haciendo, en lugar de persistir en frases negativas como "no debes, no hagas, no digas", las cuales de tanto usarse, terminan por desgastarse y perder su efecto disuasorio. Por ejemplo, en lugar de decirle "no hagas ruido", podés proponer: "¿querés armar un rompecabezas, dibujar un rato o preferís escuchar esa música que tanto te gusta?".

Aunque a veces te sea difícil, debés controlar la forma de expresarte al reñir a tu hijo, porque si te dejás llevar por la impulsividad, explotás y le gritás, no lo comprenderá ni lograrás que cambie de conducta.

Además, los niños van desarrollando una cierta tolerancia ante la elevación de la voz y los gritos de sus padres, que cada vez los intimidan menos. Cuánto menos emocional sea tu reacción y actitud, más caso te hará el niño. Todo es cuestión de perseverar.

Tomate un tiempo. Expresá tu enojo sólo cuando estés en situación de controlar tus sentimientos y seas capaz de valorar con objetividad la reacción y los argumentos de tu hijo. El viejo recurso de respirar hondo y "contar hasta 10" para serenarse, sigue siendo tan sencillo como eficaz. Ponelo en práctica.

Empleá argumentos razonables. Para convencer al niño es preferible utilizar frases sencillas, ser breve y dosificar los retos, evitando llamarle la atención continuamente.

Si le explicás las razones por las cuales tiene que hacer o dejar de hacer algo, así como las consecuencias de sus actos, entenderá más fácilmente lo que querés manifestarle.

Probá con los elogios. Puede ser una opción para que el niño cambie de actitud. Al alabar sus virtudes, en lugar de solamente recriminarle lo que hace mal, le reforzás la seguridad en sí mismo. Por ejemplo, decile "sos un niño inteligente, ingenioso y encantador, pero hay algunas cosas que debés mejorar" .

textos de María Jesús Ribas.