Opinión: OPIN-03
ANOTACIONES AL MARGEN
Los accidentes del verbo
Por Estanislao Giménez Corte

[email protected]

I

Un hombre, digamos un amigo del protagonista del relato, llama, a deshoras, a su casa; está desesperado; está involucrado en un caso judicial. De éste, el protagonista sólo conoce mínimos aspectos. Concitan un encuentro; aquél nunca llega. Se esfuma. Desaparece. El rastreo de la llamada, hecho por los investigadores, halla en el protagonista a un probable sospechoso.

Jura, perjura su inocencia. No le creen: argumentan vaguedad en sus respuestas. Un decir tímido, dubitativo, decide una pena preventiva. Lo encierran. Su amigo aparece, muerto. Él es enjuiciado. En la celda, a la espera del proceso, el protagonista trata de comprender. Nada dijo su amigo, nunca, acaso para protegerlo, justamente, en una situación como ésta; apenas sabía que estaba consternado. Nada preguntó él; nada dijeron, aunque se vieron. Nada tiene él que le sirva como coartada, sólo la verdad que, aquí y ahora, en su celda, es nada. Se agobia por no haber hablado antes.

II

El muerto se le aparece en un sueño, digamos. Le dice que sus matadores lo obligaron a llamarlo, para involucrarlo, antes de la ejecución. Lo que diga ahora no sirve, porque es tarde para hablar sobre porqué no se habló antes. Si hubiese sabido algo, esa información lo liberaría, a la inversa de lo que él cree que creía su amigo. El protagonista cuenta el caso a los jueces: expone su total ignorancia. Esta vez es dramático, extremo, suplicante. Te hubiese convenido el silencio, le dice su abogado, que renuncia. Lo encierran; argumentan desequilibrio y mitomanía en sus respuestas. Pasa largos meses sumido en un mutismo atroz. Aparecen los culpables. Lo liberan. Él ya no es él. Es una figura muda, apagada, temerosa, que no entiende.

III

El protagonista ve a un psicoterapeuta. Éste le dice: decir es liberarse. Ve a un político, éste le dice: decir es hacer. Ve a un retórico, éste le dice: decir es persuadir. Ve a un gramático, éste le dice: decir es construir. Ve a un sacerdote, éste le dice: decir es curar. Ve a un filósofo, éste le dice: decir es ser. Ve a un literato, éste le dice: decir es contar. Ve a un vagabundo, éste le dice: no digas nada.

III

Decir, decir, tantas cosas es decir, sí, pero, qué es no decir, entonces, se pregunta el protagonista, en monólogo interior, nervioso, antes de su tercera alocución ante los jueces. ¿Qué es no decir, otorgar, asumir, negar, aceptar, no saber?. Llega el momento. Lacónico, dice, únicamente: soy inocente. No le creen: demasiado severo y riguroso; fingido, lo juzgan los jueces. Demasiado breve. Inconmovible frente al cuestionario. Lo no dicho lo condena peor que lo dicho, ahora, como antes fue a la inversa. Ignorancia y saber lo han traicionado; no tanto como su aplicación extemporánea, a destiempo. "Cuándo decir", ésa es la pregunta, escribe en su diario, en su habitación, después. Cruzan la ventana los barrotes.