Opinión: OPIN-01 Tragedia estudiantil en Finlandia

En los diferentes niveles de medición internacional, Finlandia está ubicada entre los países con mejor calidad de vida. Esas estadísticas incluyen parámetros de salud, alimentación, educación, ingresos, protección social, entre otras variables. Los estudios no faltan a la verdad. Efectivamente, Finlandia es un país en donde se vive bien y la población tiene resueltos sus problemas básicos, aquellos que la mayoría de los países latinoamericanos no pueden o no saben resolver.

Sin embargo, esa excelente calidad de vida no le ha impedido a esta nación protagonizar uno de los dramas considerados propios de las naciones atrasadas o de las naciones violentas que, como Estados Unidos, tienen altos ingresos pero también serios problemas de integración.

Como es de público conocimiento, la semana pasada un joven estudiante de la pequeña ciudad de Kauhajoki asesinó a nueve compañeros e hirió a muchos más. Según investigaciones posteriores, el señor Hatti Juhani Saari preparó por Internet paso a paso el desenlace de la tragedia. Unos meses antes este joven había sido detenido por portación de armas peligrosas y a pesar de que existía un informe acerca de sus desequilibrios, fue dejado en libertad y autorizado a seguir portando armas.

El día del crimen el asesino dejó detallado por escrito los pasos que iba a dar, incluyendo su propio suicidio. Los detalles de este tipo de acontecimiento se conocen, pero lo novedoso en este caso es que la tragedia no se desarrolló en EE.UU. sino en Finlandia, en la pacífica Finlandia, la Nación que nunca decidió ir a una guerra y que siempre fue víctima de los poderosos de turno.

Lo que más sorprende, y lo que más alarma, a los dirigentes de Finlandia es que unos meses antes otro joven de la localidad de Jokela protagonizó un hecho parecido. Es más, se dice que los asesinos de Kauhajoki y Jokela estaban en contacto, entre otras cosas porque Saari se comunicaba por Internet con Pekka Eric Auvinene y éste lo habría habilitado para comprar las armas en Jokela.

Más allá de las conclusiones a las que arriben las investigaciones policiales, lo que corresponde preguntarse es ¿cómo es posible que en una sociedad con altos niveles de calidad de vida ocurran tragedias de esta magnitud? Los programas educativos de Finlandia ponderan la paz, todo el sistema social está diseñado en función defender valores pacifistas y, sin embargo, en el interior de esta sociedad presentada como modelo se anidan tensiones terribles.

Para quienes con excesiva rapidez atribuyen a las condiciones económicas las causas principales de las conductas antisociales, lo sucedido en Finlandia viene a refutar estos esquemas simplificadores. Está claro que es preferible una sociedad justa y equitativa que una sociedad injusta y pobre, pero también está claro que la condición humana es imprevisible y que no existe sistema social que pueda impedir estos arrebatos de locura.

Hoy los políticos y docentes de Finlandia se interrogan a fondo sobre las posibles fallas de un sistema educativo que habilita la existencia de semejantes niveles de inadaptación y agresividad. Se dice que a la educación le falta alma, que la permisividad con las armas alienta el crimen, pero ninguna de las respuestas tentativas que se den a estos interrogantes podrá desentrañar el interrogante fundamental acerca del misterio de la condición humana.