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A mucha distancia de una oficina o atender una verdulería
Limpieza en altura: cuando el riesgo se hace atractivo
Es un oficio poco convencional y riesgoso, aunque quienes lo hacen aseguran que la libertad que se siente "colgado" es difícil de dejar. En Santa Fe una empresa cordobesa lo hace en un solo edificio.

Salomé Crespo [email protected]

Apenas amaneció en Santa Fe el reflejo del sol delinea la silueta de dos hombres que empiezan su jornada laboral en una ciudad que se despereza. Se aferran a unas sogas gruesas por la cintura y las dejan caer. La mañana está fría, entonces interrumpen el ritual y ensayan unos pasos de baile, como para calentar o aflojar el cuerpo, que podrían ser de cumbia, reggaetón o cuarteto. Desde la vereda enfrente a unos pocos metros, unos albañiles, que también arrancaban el día, les responden con los brazos en alto.

La escena transcurre en los más alto de la terraza del hotel Holiday Inn -San Jerónimo 2779- a unos 30 metros del piso firme, tal vez más. Después de la danza los dos hombres se descuelgan por uno de los costados del edificio sentados en minúsculas tablitas, con un balde, un escurridor y comienzan a limpiar la hilera de vidrios.

En un recreo de su trabajo, los acróbatas Alejandro -21- y Basilio -36- le contaron a El Litoral que trabajan para la empresa cordobesa "SG Argentina SRL", propiedad de Ramón Caridi, contratada por el hotel local para hacer la limpieza en altura.

El más joven de los dos recién se está iniciando en la actividad, su maestro lleva 15 años caminando por las cornisas, colgado de un arnés y balanceándose en el vacío.

"Empecé a trabajar en ésto hace seis meses, pero en el suelo, y al poco tiempo me hicieron colgar en un edificio de 7 pisos", comenta Alejandro con esa tonada tan propia e inconfundible mientras muestra un video en su celular donde se lo ve en plena actividad con dos compañeros en el extremo de una construcción de 20 pisos en la esquina de Hipólito Irigoyen y Obispo Trejo en su ciudad natal.

"La primera vez que subí no le conté a mi familia porque sabía que se iban a preocupar, les dije cuando volví y mi mamá me pidió que cambie de trabajo", relata con parsimonia el joven que asegura que el miedo se pierde esa primera oportunidad "que te colgás por más alto que sea, después da lo mismo que tenga 5 ó 30 pisos".

Tan cerca del cielo

Cuando el sol ya empieza a picar en la ciudad, a la charla se suma Basilio. Su discípulo sigue contando: "No me causa impresión, sé que el riesgo es permanente pero confío en las medidas de seguridad que tenemos y también es psicológico, si dudás, no lo hacés".

Así parece fácil, aunque a esa distancia la palabra vulnerable no es suficiente para describir la sensación. "Es tan cotidiano para nosotros, que lo hacemos sin pensar. Es como el trabajo de los equilibristas de los circos, caminan por la soga porque lo controlan con la mente, se largan y van...", remata el chico y sigue "la diferencia es que ellos abajo tienen redes, nosotros no vamos a rebotar".

Para empezar su trabajo es muy importe el desayuno, no les está permitido subir a limpiar "sin azúcar en la sangre", porque, es obvio, ese ámbito no es el lugar más indicado para sufrir una descompensación.

Es imaginable que para juntar el coraje necesario para limpiar un vidrio a 30 metros se necesita encomendarse a todos los dioses, pero para Alejandro y Basilio es suficiente con confiar en las medidas de seguridad que les brinda la empresa. Las sogas se cambian periódicamente y el arnés se chequea cada vez que se van a descolgar, después es fundamental tener cargado el mp3 con mucha cumbia, cuarteto -la Mona, por supuesto-, reggaetón y a volar.

"Prefiero perder un minuto de mi vida y asegurarme que todo está bien y no la vida en un minuto", dice Alejandro.

Basilio empezó en la actividad en Buenos Aires, en la misma empresa que trabajaba su hermano, después que dejó su Chaco natal a la misma edad que hoy tiene Alejandro. Comenta que, felizmente, la labor cambió mucho desde que él empezó, sobre todo en lo que tiene que ver con las medidas de seguridad.

"Antes nos colgábamos sentados en las silletas nomás, sin arnés, pero después de la muerte de un compañero chileno exigimos que se nos brinde seguridad", contó Basilio.

Adicción confesable

Las malas experiencias tuvieron su lugar en la conversación, aunque en el relato aparecieron como anécdotas, cuestiones menores.

"Una vez esta colgado en el piso 20 y se me enganchó la soga con un banderín del edificio, quedé balanceandome en el vacío sin poder bajar ni subir, empecé a desesperarme, le pedí ayuda a mi compañero y no me creyó porque siempre hacemos bromas con esas cosas, estaba muy mareado pero supe que tenía que tranquilizarme. Entonces me fumé un pucho y pude bajar sin problema". Así contó Basilio una mala experiencia en su trabajo. Escucharlo eriza la piel y la pregunta es obvia. ¿Cambiarían de trabajo si tienen la oportunidad? Se miran, sonríen y responden sin estar convencidos: sí. El experimentado aclara inmediatamente que la adrenalina es una adicción y que le apasiona la libertad que siente y el contacto que tiene con la ciudad mientras está colgado.

Basilio anhela poder tener su propia empresa de limpieza en altura y comparte objetivos con Alejandro. "Siempre quisimos subir a la torre Ángeles de 30 pisos que está en 27 de Abril y Ayucucho en Córdoba" sonríen cómplices porque saben que es difícil que se entienda lo que dicen y afirman que en Buenos Aires hay miles de edificios de los que se quisieran descolgar.

Más allá de que sea en un ámbito especial lo que hacen, sigue siendo una labor netamente artesanal y sin secretos. Los expertos aseguraron que lo mejor para dejar un vidrio impecable es agua con detergente, un cepillo y el escurridor.

"En lo que hacemos nosotros, tiene que quedar todo perfecto de una sola vez, no es práctico llegar al piso y tener que subir otra vez al piso 20 porque quedó una rayita", cuenta Basilio a las carcajadas.

"A veces los arquitectos ponen vidrios en lugares insólitos porque quedan lindos y no piensan que alguien después los tiene que limpiar", se queja, pero se sigue riendo.

Los limpiavidrios

reciben a cambio de 5 horas de trabajo en el Holiday Inn 200 pesos cada uno. No se puede hacer si hay viento, con lluvia o mucho sol porque el reflejo en los vidrios encandila. Trabajar en la altura significa no sólo asear ventanas sino también arreglos de albañilería, cambio de vidrios y todo lo que se pueda hacer pendiendo de una soga.

La muerte de un compañero

Basilio tuvo la mala fortuna de tener que pasar por la peor de las experiencias que se puede sufrir en lo que hace.

En una oportunidad, cuando la jornada se desarrollaba con normalidad, estando colgado en un edificio en Buenos Aires, vio cómo su compañero perdía la vida al caer de un piso 20. La soga de la que estaba atado no resistió la frotación con el filo de un balcón y se cortó.

"Fue muy duro, después de ese momento, exigimos a la empresa que nos garanticen medidas de seguridad", dijo Basilio.

Antes, para descolgarse era suficiente la silleta, una soga y mucha suerte.