Opinión: OPIN-05
ANOTACIONES AL MARGEN
"Zama" o el exquisito laconismo

Estanislao Giménez Corte[email protected]

I

Piénsese en una novela perfecta. ¿Cómo sería esa perfección? ¿perfecta cómo; en qué? ¿en lo argumental, en lo formal/estilístico, en el planteo de una tesis, en el perfil de los personajes, en la descripción, en la concepción de lugares? "Zama" (1956), de Antonio Di Benedetto ¿lo es?

II

El argumento del texto no reviste, a simple vista, mayor novedad: tratan sus páginas la historia de un hombre, en un tiempo, en un lugar (Río de la Plata, 1790/99); hay en ella espera; desazón por la espera; un final trágico. La relata un personaje sumido en complejas elucubraciones, en no pocos desafíos, en una sociedad pobre y abandonada (por la dependencia de la corona), que pervive en angustiosa tensión entre lo que deberían ser las cosas y su vida y lo que efectivamente ésta es y (le) sucede.

III

El hallazgo de Di Benedetto está, creo, en el estilo (*); en la forma que adquiere esa historia, hasta convencional, por la intervención de una mano maestra y, sobre todo, originalísima. Suelen decir los teóricos de la literatura que, a diferencia del cuento o de la poesía, la novela habilita al autor al abandono de los rigores estilísticos (para forjar una escritura más libre), sin tantos condicionamientos formales, merced a lo cual el lector puede atravesar las cientos de páginas sin exigirse en un esfuerzo supremo de su concentración. En "Zama" sucede lo contrario.

Cada párrafo, no... cada expresión, no... cada verbo, cada adverbio, cada punto, preposición, conjunción, parecerían haber sido detenidamente reflexionados o, mejor aún, descubiertos o creados especialmente para una instancia de la sintaxis (para ocupar un lugar preciso y no otro). Puede suponerse, también, que Di Benedetto anuló, tachó o suprimió todo lo que consideró accesorio, anecdótico, innecesario. Y ese todo es mucho.

IV

Así, la historia prospera guiada por una escritura que genera extrañamiento, debido a lo novedoso de los giros y de las construcciones que, entiendo, no deben su naturaleza a la intención por imitar el habla de la época, sino a un intento por aplicar en esa obra aquella forma inédita. Para decirlo de otro modo: no sólo hay síntesis en este Di Benedetto, sino que la combinatoria económica de los elementos representa por sí misma una suerte de descubrimiento.

V

La parte final ahonda ese concepto de concisión, de "economía", hasta tornarlo exasperante, por la riqueza que anida en el volumen, que jamás contará episodio alguno de modo convencional, desde el soliloquio del personaje hasta el hecho de que éste ponga una pava al fuego o encienda una vela. La prosa, una prosa poética, depara enorme novedad y sorpresa, algún agotamiento, la certeza de que se está recorriendo visualmente una lacónica, compleja, definitiva composición. "Zama" ¿lo será?

(*) En los prólogos a "Zama" y a "El silenciero", Juan José Saer ha sido el máximo impulsor de la "noción" de la genialidad de las obras de Di Benedetto.