Opinión: OPIN-04
Lengua viva
Comunicación versus comunicación (II)

Evangelina Simón de PoggiaE-mail: [email protected]

Cuando hablamos de la comunicación se nos ocurren diversos posicionamientos como: un puente, un pasillo, el asombroso desarrollo tecnológico y sus diversas formalizaciones. Hoy es imposible pensar que una carta demore un mes en llegar de Europa a estas tierras, como soportaron los emigrantes de la primera mitad del siglo pasado o que un viaje tenga una demora de 30 días.

Pero, no nos referimos a ese tipo de comunicación, nos estamos ubicando en la "verbal". La Real Academia Española diría que nuestra palabra tiene una etimología que procede del latín communicationis y que uno de sus significados refiere a la transmisión de señales mediante un código común entre el que emite y el que recepciona. Pero, nos preguntamos: ¿es suficiente la transmisión de un mensaje para lograr la comunicación? Sin duda, íNo! ¿Para qué nos sirve la palabra? ¿Por qué tiene importancia su correcto manejo? La palabra es la intermediaria entre nuestra realidad y el pensamiento, es como el pincel para el pintor. A través de ella, dibujamos, estructuramos y formalizamos esa realidad. A pesar de los avances de la ciencia que constituye su seno, nadie pudo prescindir de ella. Si lo dicho no sucede, la representación de nuestro mundo se presentará un tanto confusa.

Por otro lado, la comunicación es interacción, el que emite espera despertar el interés del que lo escucha, dándole la información suficiente para que pueda encontrar el sentido y su intencionalidad a partir de lo dicho. El enriquecimiento es mutuo y, por tanto, el esfuerzo es de ambos desde una cooperación comunicativa que responda a sus intenciones.

Hoy, realmente, la comunicación ¿se plantea correctamente? ¿Interesa saber lo que el otro dice, piensa o siente? ¿Importa el problema del otro? En este momento histórico, en el que contamos con tecnología de avanzada, las consecuencias de rebote han sido todo lo contrario a lo que se esperaba: la incomunicación, el desarrollo del individualismo de manera enajenante, el ensimismamiento en el propio ego, la indiferencia, el desconocimiento del otro y el desinterés por actitudes solidarias, las dificultades por descubrir nuevas formas de pensar el mundo a través de la lectura, esa nave maravillosa que, si la sabes manejar, te puede trasladar a los espacios más insólitos y bellos, el acercamiento al conocimiento científico, y tantas otras.