Qué alivio. Un poco de agua, de lluvia, de tormentas... aunque sea un poco, logró limpiar la tierra que enterró el sentido común de uno de los lugares comunes más utilizados por los difusores de noticias.
Cada día en que se ven asomar las nubes negras del sur es común escuchar "decir" a los bellos rostros de la tele, o bien a las dulces voces de la radio (en aquellos espacios donde las palabras deberían tener un sentido) "qué feo día", "ojalá no llueva", "está triste la tarde". En esas siestas donde la lluvia arremete sobre la ciudad también suenan las palabras "no tenemos un buen día". En esas mañanas donde los malvados rayos de sol, en pleno verano, comienzan a imponerse ante el cielo gris repiten contentos, "se está despejando en la ciudad, aparece el sol".
Parece que el sol hace eso: que el día sea bueno aunque no lo fuera; y la lluvia hace todo lo contrario, aunque más allá de sus favores, transforme un paisaje áspero en un fresco del renacimiento.
La cuestión es que que haya vuelto a llover después de tanto tiempo trajo alivio. Sí, un poco de alivio a la tierra, a las plantas, a los animales y al sistema económico y social de la provincia... pero en especial alivio a nuestros oídos ya que podremos privarnos de escuchar una burrada. Si sigue lloviendo promedio cada dos semanas por lo menos, no va a ser tan terrible escuchar a periodistas, conductores, etc., repetir animosamente "esperemos que no llueva".
Quizás esos tiempos, en los que protagonistas de los medios deliraban con el fin del diluvio y bajo los titulares en primera plana de reciente declaración de emergencia agropecuaria por los estragos producidos por la sequía, estén terminando. Esos tiempos en los que conducidos por cualquier excusa -Día de la Primavera, fin de semana largo, fin de semana a secas, cumpleaños de amigos o conocidos-, o vaya a saber por qué faceta de la humanidad, procuraban llenar el aire con palabras que disparaban contra buena parte de la sociedad, no por canallas, eso es lo peor, sino por brutos.