Al margen de la crónica

Por Rosario, en un Rolls Royce

Hay cosas que no cierran, más allá de las explicaciones de ocasión esgrimidas por las fuerzas de seguridad y los organismos políticos encargados de buscar estrategias para frenar el delito en la provincia y el país.

Dicen que se llama Mario Segovia, pero ni siquiera de eso están seguros. Vive en Rosario y ahora lo presentan como el mayor exportador de efedrina de la Argentina.

Pero resulta que este Segovia, o como se llame, se paseaba por la ciudad de Rosario en un Rolls Royce modelo 2008, mientras su esposa iba a visitar a su suegra en un Hummer 2007 y retiraba a los chicos del colegio en el Hummer 2006. A esta altura de las circunstancias, lo que hacían con la camioneta Land Rover y el resto de sus autos, poco parece importar.

¿Es que a ninguna autoridad provincial o nacional había llamado la atención semejante ostentación de riqueza?, ¿cuántos rosarinos salen a pasear en un Rolls Royce último modelo?, ¿cuánto dinero se necesita ganar en la Argentina para adquirir semejantes bienes?, ¿cómo se logra en la Argentina ganar tanta plata en un marco de legalidad?

Cuando un delincuente —en este caso la Justicia deberá probar que infringió la ley— hace semejante ostentación de riqueza es porque, evidentemente, está convencido de que la impunidad lo protege. No hay otra.

Un dato más. Según datos oficiales, este individuo vendió más de 8 mil kilos de efedrina entre 2006 y 2008. A pesar de que estos cargamentos están registrados, Segovia pudo continuar con el negocio sin ser molestado. ¿Es que a nadie se le ocurrió preguntar quién comercializaba semejante cantidad de droga?, ¿debieron pasar dos años para que fuera detenido?

Las autoridades nacionales y provinciales eligieron hacerse las desentendidas en el asunto. Pero cuando un delincuente hace semejante ostentación, es porque la impunidad lo protege.