De “El vuelo de la abeja”
De “El vuelo de la abeja”
Por Jorge Isaías
IX
Es un lugar común
decir
que la roca
más dura
puede ser
horadada
por la gota paciente.
Es una verdad
que duele
reconocer
la fugaz blancura
de la gaviota
que no volverá.
XVII
En tus ojos
descansan
las uvas
más dulces
y reposan
las aguas del mar.
En tus ojos
no anidó
la tormenta
sino
un remolino
de fuego
hasta mí.
XXXIII
No doy
ni pido
ni exigiré
nada a nadie
salvo
aquella moneda
dorada
que se tragó un día
todo el barro
de mi infancia.
XLIII
Si la palabra mesa
fuera solo la palabra
mesa y no dijera
pan, hijos, familia, carpintero.
Si la familia no fueran los hijos
entonces la palabra mesa
no tendría el puñetazo áspero
del padre exigiendo silencio
o la marca del cigarrillo
quemando la blancura
como el pezón de unos senos.
Si la palabra mesa
acaso no trajera aquella
harina que la madre
espolvoreaba para hacer la pasta
que amasaba todos los domingos
hubiera que desterrar su sentido
de todo diccionario.