CULTURA

El cante jondo de la Bernazano

Santafesina de origen, Marta aprendió en Barcelona con José de la Vega y después tomó clases con muchos maestros, en Buenos Aires y en Madrid.

El cante jondo de la Bernazano

Gitana de alma, abrazó al flamenco hace más de veinte años y no lo abandonó más. Baila, enseña a bailar y dedica su vida a transmitir la esencia del espíritu de ese pueblo perseguido durante siglos, que lleva el ritmo y la melodía en la sangre.

textos: Laura Osti. fotos: Luis Cetraro y gentileza Bernazano

Marta Bernazano es santafesina, pero durante algún tiempo anduvo en otros lugares, entre ellos, España, en donde descubrió lo que sería su gran vocación, el flamenco.

Al terminar la secundaria, se fue a la ciudad de La Plata, allí se recibió de profesora de francés y al finalizar sus estudios, becas mediante, estuvo un par de años entre Francia y Bélgica. “Cuando terminaba mis estudios de lingüística y análisis literario en lengua francesa, tenía dos opciones, una era quedarme en Bélgica trabajando en esto en una licenciatura, o irme a una tierra más soleada como es la de España, donde estaba viviendo una prima hermana, en Barcelona. Esto fue en el año 1986, yo tenía 25 años. Y decido ir a España. Ahí conseguí trabajo como profesora de francés, en Barcelona, y conseguí un lugar donde quedarme, compartiendo un piso con unas chicas catalanas. Y una vez paso por un lugar donde funcionaba una academia de flamenco y ahí estaba el maestro que después fue mi maestro, dando clases a sus alumnas, y yo digo que entré en esa academia para no salir más. El maestro se llama José de la Vega, él es de Utrera, Sevilla”.

Antes de eso, esa música tan especial la había conmovido en Francia, al escuchar a unos chicos marroquíes cantar canciones de su tierra que le parecieron “maravillosas” y en un viaje anterior a España, mientras se trasladaba en tren desde Francia a Madrid, la sedujo la música de Manolo Sanlúcar que se escuchaba en los vagones. “Yo iba mirando por la ventana del tren la tierra española y escuchaba esa música y me parecía algo maravilloso, me parecía que ese paisaje tenía que ver con esa música que estaba sonando... y cuando bajé del tren me compré un casette de él, uno de los más grandes músicos de flamenco de España”.

un largo romance

También conoció gitanos en Francia y hasta convivió con ellos un tiempo. Pero su encuentro con José de la Vega, Premio Nacional de Coreografía del año 1964, fue definitivo, dice, “y mi proyecto en Barcelona, que no se sostenía demasiado, se sostuvo durante tres años por este romance con el flamenco. Entro como una aficionada total y eso fue un ‘bichito’ que me picó a los 26 años y en ese momento me di cuenta de lo que podía significar el hecho de bailar flamenco para mí y recibí mucho estímulo de mi maestro”.

Después de esos tres años en Barcelona vuelve a la Argentina y toma clases con Dolores Monterrey, Josela, Conchita España y El Chino. “Con esta gente yo trabajo en Buenos Aires entre los años 1988 y 1992. Es un período de estudio pero al mismo tiempo bailo en un grupo que se llama Zarzales, dirigido por Mónica Escudero, con ese grupo empezamos a bailar profesionalmente en Buenos Aires, hicimos café concert y actuaciones en fiestas. Después vuelvo a Madrid a estudiar en una escuela que se llama Amor de Dios, entre principios de 1993 y julio de 1994”.

“En esa escuela Amor de Dios trabajé durante un año y medio a razón de cuatro horas por día con los mejores maestros que hay en España: el Güito, Tomás de Madrid, la Tati, Merche Esmeralda, la China, Manolete... Yo estudié básicamente con bailaores no con bailarines... los maestros son los maestros, cada uno lleva adentro como un mosaico de un todo que le pertenece, que le es absolutamente propio, cada uno es un artista completo que atesora algo propio, después están los estudiantes, los bailarines, que son otro estadio” , aclara.

Mundo gitano

“El mundo de los gitanos es un mundo duro, muy diferente a lo que nosotros podemos imaginar, es un pueblo que ha sido enormemente perseguido y que las secuelas de esa persecución se notan todavía hoy, en casi todos los lugares del mundo y también en España. El único lugar donde se ha suavizado y gracias al flamenco, a este compartir entre gitanos y no gitanos, es en Andalucía, allí el flamenco ha logrado que gitanos y “payos’ (no gitanos) se puedan confundir en un mismo arte”.

“Es un mundo duro, difícil de entender -advierte-, es un pueblo que se autoflagela, que se destruye, hay muchos flagelos, la droga es uno, los gitanos se diezman con la droga, son profundamente marginados y no les es sencillo integrarse, es esa otredad que los caracteriza y que hace que no puedan ser fácilmente asimilables. Por otro lado, tienen una vida absolutamente fuerte, son profundamente viriles, yo más que viril diría que es una fuerza increíble que nace un poco del temperamento gitano, de esta necesidad de sobrevivir a lo largo de los siglos. Los gitanos duermen con el cuchillo bajo la almohada y lo usan” , subraya.

El flamenco es de origen gitano, aparentemente los gitanos eran una casta de músicos en la India que se vio obligada a emigrar y se volvió nómade. “Hay en ellos algo intrínseco que tiene que ver con el ritmo y con la melodía”, dice Marta. Haciendo un rápido resumen del periplo de este pueblo, comenta que después de salir de India se van ramificando, unos van por Africa, por eso les dicen “los egipcianos, la faraona, el faraón”, también por Marruecos y llegan a España, y los otros entrarían por Europa Oriental, atraviesan toda Europa Occidental y entran a España por Francia.

“En Andalucía, donde ellos van a parar, se mezclan con otros perseguidos que son los moros y los judíos, y también hay un folclore andaluz, más el canto gregoriano, más modalidades de la música oriental, a través de la música sacra judía, todo esto se funde y aparentemente los gitanos, que son un pueblo de músicos, perseguido y cerrado, habrían provocado la síntesis. Todo esto se va desarrollando en secreto, porque es la época en que viven escondidos en cuevas. Alrededor del siglo XVIII ven la luz, salen del anonimato y la clandestinidad, el flamenco aparece en un estado adulto en sus formas rítmicas y en sus formas melódicas esenciales. A partir de ahí empieza su camino, se va abriendo, se va mostrando y, obviamente, va recibiendo más influencias”, completa.

Bailar y enseñar

Marta, que no es gitana pero lo parece, confiesa que quiere “que salga algo de lo salvaje que tiene ese baile. Estoy dedicada a bailar y a enseñar... más que a enseñar, a transmitir. No me considero una maestra como mis maestros, pero pienso que tengo derecho a transmitir, por lo que sé, por lo que he vivido y he tenido mucha suerte con mis alumnos porque me han salido muy buenos bailarines”, expresa con satisfacción.

“En el año 1994 volví a Santa Fe y desde ahí empecé a hablar de esto y a bailar y enseñar, puedo decir que hoy el ambiente flamenco fue algo que surgió, no es que yo lo haya querido hacer. En este momento hay 20 o 25 personas aquí bailando profesionalmente y yo fui un poco el origen de eso, es otra especie de maternidad para mí, que no he tenido hijos”, remata con una amplia sonrisa.

El cante jondo de la Bernazano

“No me considero una maestra como mis maestros, pero pienso que tengo derecho a transmitir, por lo que sé y por lo que he vivido”.

Marta Bernazano

ENTRELÍNEAS

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La fórmula

Marta Bernazano dixit: “Pienso que vivir intensamente conlleva un aprendizaje. Yo he vivido dentro del arte, algo que me asombró siempre desde pequeña y me sigue alucinando, a veces no puedo creer estar, codo con codo, con gente que yo admiraba de chica y que me comunicaban un mundo de sueños, de proyectos, muy luminoso, muy diferente a lo que puede ser cierta sordidez que tiene la vida diaria. El azar o tal vez un destino que uno no conoce o no puede develar del todo, me llevó por este camino que reivindico total y absolutamente, que fue el del flamenco. Y creo que el flamenco tiene que ver conmigo; es -como decía mi maestro- mi amante, porque con él me acuesto todas las noches y con él me levanto y también fue durante mucho tiempo mi pasión, pero más allá de eso creo que este encuentro con el flamenco me ha servido para tener una óptica desde la cual ver el mundo y tratar de no quedarme con las imágenes estereotipadas que nos quieren comunicar. Aprendí que lo flamenco sigue siendo singular, es decir, en un momento de la vida en el cual pretenden que seamos globalizados o que nos convirtamos en los bebés de probeta de proyectos que no tienen nada que ver con lo personal, con lo individual, creo que el flamenco es una forma de resistir frente a esa avalancha de globalización que para nada tiene que ver con lo que puede llegar a ser ser hermanos o vivir comunitariamente. Esa hermandad, ese sentido de comunidad, muy bien nos lo podrían enseñar estos pueblos humildes en su condición pero profundamente solidarios, como son los pueblos gitanos en todo el mundo. Y ese sentido de lo individual, de buscar en el yo profundo qué es lo que hay para dar, creo que es la única fórmula para poder bailar, cantar o tocar la guitarra flamenca. Y también la única forma que hay, para mí, de andar por la vida”.