Crónica política

Del poder y la corrupción

“La barbarie está al alcance de todo el mundo; basta con tomarle el gusto”.

Cioran

Rogelio Alaniz

En las últimas semanas, los Kirchner han empezado a recuperar poder, pero los niveles de adhesión popular de la presidente siguen siendo bajos, demasiados bajos para un gobierno que se pretende popular y, además, progresista. La crisis financiera mundial nos ocasionará serios problemas hacia el futuro; pero desde el punto de vista descarnado del poder, a los Kirchner los ha beneficiado porque les permitió salir del pantano en el que se habían hundido con la famosa resolución 125.

El “barajar y dar de nuevo” que provocó la crisis, los sacó del estado de nocaut técnico en el que habían quedado luego del voto no positivo del señor Cobos. Si bien en un primer momento la presidente se jactó de que en la Argentina no era necesario un plan B porque la crisis no nos iba a afectar, a las pocas semanas esa afirmación sonaba a disparate. En ese momento, se dieron cuenta de que la crisis venía para quedarse y olfatearon que ella podía ser un buen pretexto para recomponer las alianzas políticas y los acuerdos corporativos deteriorados como consecuencia de la derrota sufrida a manos “de la oligarquía terrateniente”, como les gusta decir.

La primera batalla ganada en esa dirección fue la de las jubilaciones. Allí pudieron exhibir su retórica contra los capitalistas insensibles y promover los beneficios de la jubilación pública. La apuesta les permitió cohesionar internamente al peronismo y ganar a sectores de la izquierda que los acompañaron con el voto, aun sabiendo, como me dijera un amigo, que estaban comprando un Fiat 600 usado al precio de un Rolls Royce nuevo.

No concluyeron allí los beneficios de la crisis. En el Congreso, lograron que el impuesto al cheque y la emergencia económica se mantuvieran. El principal argumento para promover esta prórroga fue, justamente, la emergencia. Dictaduras, gobiernos hegemónicos, siempre han recurrido a la teoría de la emergencia permanente para fortalecer el poder y eliminar molestias institucionales de signo republicano. Los Kirchner no son una excepción.

Desde el punto de vista estrictamente político, han logrado mantener dentro del corral a los caciques del conurbano. De ese modo, se aseguran una estructura de poder en ese distrito estratégico. En el movimiento obrero, la alianza con Moyano se mantiene firme más allá de algunas desavenencias ocasionales, inevitables a la hora de hablar con burócratas gremiales. Para que nada quede librado al azar, la alianza se extiende a la CTA, acuerdo que le permite mantener en la bolsa a la llamada izquierda nacional y popular para cumplir un doble cometido: ponerle límites a Moyano y hacerle la vida imposible a Macri en Capital Federal.

Reestructurado el arco de las alianzas políticas; concentrado el poder para someter y subordinar a las provincias y a los caudillos díscolos, mantenidos a raya los opositores al estilo Macri -a quien en los últimos meses le llovieron todas las pestes de Egipto, desde la huelgas docentes a los cortes de ruta de sus amigos piqueteros, pasando por el bloqueo parlamentario y la obstrucción burocrática-, el poder de los Kirchner se exhibe vigoroso e insolente, como el de un cachorro. ¿Y en Santa Fe? En Santa Fe no hace falta que Kirchner le haga la vida imposible a Binner; se la hacen los peronistas locales.

No todas son rosas en esta súbita luna de miel kirchnerista. Los problemas financieros y económicos existen, y hacia el futuro amenazan con desencadenarse. En el orden interno, la deserción de Solá fue un golpe que si bien se ha asimilado, no por ello dejó de ser doloroso. Por su parte, la oposición no peronista está dando señales de salir de su atonía. Kirchner le salió al cruce en un acto acusándola de derechista, un lujo retórico que a esta altura de los acontecimientos no quiere decir absolutamente nada, sobre todo en boca de los Kirchner, cuya capacidad para guiñar a la izquierda y girar a la derecha es célebre.

En las últimas semanas, las variables del poder kirchnerista se han sincerado. Si don Néstor quedó algo amilanado luego de la derrota del campo, ahora ha salido al escenario con el entusiasmo de un adolescente y ha dejado bien en claro, por si a alguno le quedaba duda, que el poder real está en sus manos. ¿Exageraciones? Tal vez, pero no tanto. Por lo pronto, son las declaraciones de Kirchner y su pasión compulsiva por ocupar espacios de poder, los que desautorizan a su mujer. Decir, por ejemplo, que la señora Cristina todos los días le reprocha haberle designado a Cobos de vicepresidente se parece más a la confidencia de un enemigo que a la de un marido amante y leal.

Decía que los Kirchner han recuperado poder pero no consenso. Habitualmente, en política la ecuación poder-consenso suele ir acompañada; pero a en algunas ocasiones se rompe. Ésta es una de ellas. Los niveles de credibilidad de la pareja gobernante son muy bajos y no hay señales de que puedan recuperarla en lo inmediato. De todos modos, la recomposición de las alianzas y la disponibilidad de recursos les puede permitir mejorar su imagen pública. Les va a costar hacerlo, pero el objetivo no es imposible.

Para referirse al gobierno de Menem, algunos historiadores han teorizado acerca del régimen de la cleptocracia, un sistema político en el que las satisfacciones que se le brindan a la tradicional clase dominante, se compensan con el derecho de un grupo de poder a robar. Los diez años de gestión de Menem pueden recorrerse históricamente a través de la saga de negociados que se perpetraron en todos los niveles.

El kirchnerismo se presenta con otro ropaje ideológico. No dice ser liberal sino popular; no halaga a la clase dirigente tradicional, pero puede hacer negocios con ellos. En este sentido, el campo de operaciones es amplio. Pero el rasgo distintivo del kirchnerismo es el capitalismo de amigos. En ese juego, se benefician poderosos grupos económicos y, muy en particular, la propia corporación kirchnerista.

Las diferencias políticas de Kirchner y Menem son evidentes, pero también lo son sus coincidencias con respecto al ejercicio del poder y a la voracidad por los negocios. Los operadores menemistas robaban para la corona y lo mismo hacen los operadores kirchneristas. La diferencia, en todo caso, es que el libro de Verbitsky fue escrito para denunciar a Menem, pero el mismo autor no se dignó a escribir algo parecido respecto de los actuales ladrones. A su manera, Verbitsky es coherente. Según su punto de vista, hay torturadores buenos y torturadores malos, asesinos buenos y asesinos malos. Se entiende que también haya corruptos malos que “roban para la corona” y corruptos buenos que roban para la liberación nacional... ¿¡!?

Reestructurado el arco de las alianzas políticas, concentrado el poder para someter y subordinar a las provincias y a los caudillos díscolos, mantenidos a raya los opositores al estilo Macri, el poder de los Kirchner se exhibe vigoroso e insolente.

a.jpg

Juntos por la patria. Néstor y Cristina se entienden con la mirada y comparten una visión de país asentada sobre una ideología nacional y popular.

Foto: DYN

Los niveles de credibilidad de la pareja gobernante son bajos y no hay señales de que puedan recuperarla en lo inmediato. De todos modos, la recomposición de las alianzas y la disponibilidad de recursos les puede permitir mejorar su imagen pública.