EDITORIAL

La democracia en la provincia

Con la experiencia de 25 años de democracia, la provincia de Santa Fe ha participado de la consolidación del sistema en el país, exhibiendo una destacable tendencia a la profundización y mejora en el funcionamiento de las instituciones.

Esto no es poco en el contexto de un país donde muchos distritos muestran todavía fuertes resabios de autoritarismo o incluso la vigencia de distintas formas de esquemas caudillistas, donde la división de poderes se diluye y los derechos ciudadanos se desdibujan. Y también al tratarse de una provincia que atravesó los primeros tramos del actual período constitucional sacudida por escándalos políticos, transitó los “90 con una ley electoral amañada para someter la voluntad popular a la conveniencia del poder de turno, soportó tragedias de distinto tipo y todavía hoy sufre el desgarro de la inseguridad y la sensación de impunidad.

Pero así como en Santa Fe se pergeñó la ley de Lemas, también se pudo derogarla. Y así como la corrupción alcanzó niveles inusitados, hubo renuncias y juicios políticos. También la población fue capaz de levantar su voz en el reclamo por justicia y la defensa de sus derechos. Y todos los poderes del Estado, los partidos políticos y los estamentos de la sociedad civil lograron coincidencias en objetivos básicos, como el proyecto regional y la reforma del Poder Judicial.

Un dato no menor en orden a la consolidación democrática es el cambio de signo político producido en el gobierno provincial hace un año, incluyendo una modificación de las mayorías parlamentarias y rompiendo con el unipartidismo imperante en casi todo un cuarto de siglo. Esta posibilidad de recambio, como primer ensayo de un ejercicio que la ciudadanía todavía no ha terminado de consagrar, vino atada también a una articulación política que, no exenta de problemas, también constituye un modelo que aún debe probar su eficacia, pero que como práctica resulta alentador.

En tanto, a la luz de este cambio saltaron a la vista también muchas de las deudas pendientes de la democracia santafesina: entre otras, la impotencia ante un esquema centrista en la distribución de recursos, las desigualdades sociales, las dificultades para arribar a un proyecto de desarrollo compartido y sustentable, la postergada reforma de la Constitución.

Pero, sobre todo, lo que fue puesto en evidencia es el problema para encontrar una fórmula de convivencia política que se ponga por encima de los intereses sectoriales, las pujas faccionales y hasta las enemistades personales, para estar al servicio del bien común y las expectativas de los santafesinos.

Las pulseadas parlamentarias y una escalada verbal de creciente virulencia, basada en el cruce de acusaciones sobre la supuesta ineptitud para gobernar o la vocación de impedirlo, y enfatizada con el intercambio de imputaciones entre los mayores referentes de las dos principales fuerzas políticas de la provincia, son la muestra más acabada y lamentable de esta falencia. Y también, aunque los pronósticos al respecto no habilitan todavía el optimismo, son la mejor referencia de lo que es preciso dejar definitivamente de lado, para orientar el futuro de la provincia en el sentido correcto.