25 años, con patota

La última reunión para conciliar una tregua en el sector volvió a desnudar las falencias estructurales y la ignorancia del gobierno.

Federico Aguer

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No hay nada peor para solucionar un problema que negarlo. La lechería argentina, avanza a paso firme rumbo al colapso definitivo. Así se infiere hasta para el observador menos “ducho” en estos temas. Este suplemento lo viene reflejando de manera permanente desde su génesis, cuando decidimos transformarnos en la vidriera de la producción del agro y la industria ligada al campo.

Para ello comprendimos la necesidad de la pluralidad de ideas como herramienta que ayude a entender las problemática de un sector dinámico y en permanente crecimiento. En ese devenir del ejercicio periodístico fuimos conociendo a los actores de todas las cadenas productivas y a los funcionarios de turno de las dependencias oficiales de todos los niveles. A todos aprendimos a conocerlos a través de sus acciones y de sus palabras. De sus silencios y de sus mensajes. De los intereses que cada uno representa.

Muchas veces, esas palabras fueron un disparador para otras opiniones, y concientes de la función que este medio cumple, asumimos el riesgo de reflejarlas a todas, aún sabiendo que esto podría despertar suspicacias o sospechas de falta de objetividad. Nuestros lectores pueden dar fe de ello, y el reciente premio obtenido por uno de nuestros periodistas es otra prueba de esto: fue el reflejo de la vida en la ruta, una parada en el piquete de Romang que, como tantos otros, fue la expresión del reclamo del campo contra años de injusticia. Campolitoral estuvo ahí y lo supo contar.

La lechería nacional, en particular, viene transitando un contexto de conflictiva inestabilidad en el que los eslabones de la cadena nunca terminan de acordar un consenso. Tanto los productores como la industria y la cadena comercial, siguen pugnando por una salida al problema, la que nunca incluye al todo, sino a las partes.

Los sucesivos gobiernos, aprovechan la división para implementar parches que le permiten acomodar las piezas a sus intereses de turno y hacen realmente poco para ponerse al frente y encaminar una salida a mediano y largo plazo.

La integración de la cadena y el liderazgo de un gobierno en serio son imperativos para sobrevivir. Los gritos y bravuconadas de Moreno y su patota siguen socavando la dignidad de los argentinos. Un cuarto de siglo después de haber recuperado la democracia, éstos son los funcionarios que supimos conseguir.