CULTURA

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Ejecución de una cantata en una ciudad alemana en tiempos de Bach, en el siglo XVIII.

La Navidad se hace rosas para el alma

La música siempre estuvo presente en las celebraciones navideñas, a través de conciertos, oratorios, valses, cantatas, villancicos y hasta música pop.TEXTOS. GRACIELA DANERI.

Desde siempre, la música, en todas sus manifestaciones (incluyendo la popular), le ha cantado a la Navidad; no hay más que evocar a Bach, Häendel o Vivaldi para encontrar los ejemplos mayores de lo apuntado. Pero también el cancionero popular de cualquier lugar del mundo se ocupó con sus ritmos vernáculos de esa celebración, lugar donde no ha estado ajena la Argentina con zambas, vidalas y algún chamamé alusivo, y donde, entre tantos otros ritmos (como los más folclóricos compuestos por Ariel Ramírez y Félix Luna), hay hasta un vals titulado, precisamente, Navidad, que en su momento firmaron don Osvaldo Pugliese y Eduardo Moreno. Sus versos hablaban de aquella “Navidad, en la casa de mis padres/ canción de Nochebuena/ y escuchando en el patio de malvones/ el cuento aquel de la abuela...”. Y si nos remitimos al norte argentino podemos encontrar allí la denominada Danza de las Cintas, muy antigua ella, que señalaba el momento culminante de la celebración navideña. Sí, tradicionalmente, la Navidad encontró en la música toda una forma notable de expresión y de exaltación.

Después también está la otra música que evocó la tradicional festividad navideña, desde los villancicos a oratorios, pasando por múltiples sinfonías y conciertos que, a través de los siglos, transitaron por todos los períodos musicales de la mano de creadores inconmensurables que dejaron su impronta sobre el pentagrama.

El Renacimiento y el barroco

El renacentista Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594), quizás el más ilustre compositor de música religiosa católica, y el más contradictorio a la vez, fue quien mejor se adaptó a las reformas litúrgicas decretadas por el Concilio de Trento, a pesar de no aceptarlas, pues debió resignar algunas cosas de la técnica contrapuntística para así obtener mayor claridad en el texto cantado, según lo reclamó la Contrarreforma. Pues el siglo XVI -época dorada de la polifonía- fue muy nutrido y conmocionado por los cambios políticos, sociales y religiosos, y las controversias entabladas llevaron a tener su influencia sobre la música, dado que la Reforma excluyó la polifonía en gran parte de Europa.

Además, ¿cómo no recordar a Claudio Monteverdi, barroco, (1567-1643) con Lauda Jerusalem Dominum (a cinco voces) y su Beatus Vir (para solistas, coro, violines)? Y, sin ninguna duda, a Johann Sebastian Bach, organista, pero que además tocaba el clavecín, el violín y otros instrumentos. Maestro de capilla y cantor, su obra puede ser considerada como el epítome de la música barroca y universal por su hondura intelectual y su excelsa expresión artística, acompañada por una técnica impecable, amén de haber sido un verdadero maestro del contrapunto, que inspiró a tantos grandes músicos.

Bach es autor de aquella composición sacra conocida como “Oratorium tempore nativitatis Christ” (Oratorio de la Natividad de Cristo), un ciclo de seis cantatas navideñas creada por el genial músico para las celebraciones de 1734 y 1735, que por entonces insumían tres días (25, 26 y 27 de diciembre). En ellas, con su gran talento, evocó la historia del Nacimiento según San Lucas (2,1-20); el día de fin de año y comienzo del siguiente, según también el propio Lucas; el domingo posterior al 1º de año y la Epifanía (6 de enero).

Hoy en día esta gran obra se encuentra entre las más populares y ejecutadas de Bach y, desde cuando promediaba ya el siglo XX, el Oratorio es representado habitualmente en Alemania, donde se reviven algunas partes durante el período de Navidad y de Adviento, esto es el lapso que precede al Nacimiento propiamente dicho.

Otra de sus obras más reconocidas es su Magnificat que también compusieron muchos otros músicos-, la oración que María eleva inspirada por la tradición del Antiguo Testamento y donde celebra las maravillas que Dios hizo en Ella, dando su respuesta al misterio de la Anunciación.

La sublimación navideña

Los testimonios musicales vinculados con la Navidad son muchísimos y prácticamente transitaron por los sucesivos períodos musicales, aunque es de reconocer que el barroco fue el de más grande inspiración en este sentido.

Junto a los anteriormente citados, es de rigor recordar a Georg Friedrich Händel (1685- 1759), compositor, violinista, clavicordista. En Italia -hacia donde emigró luego de un tiempo en su Alemania natal- supo armonizar con su música textos en italiano y hacer amistad con otros grandes de entonces, como Scarlatti y Corelli. Händel compuso muchos Oratorios -entre los cuales se destaca “El Mesías”, que luego se transformaría en una obra coral por excelencia-, al igual que Alessandro (padre) y Domenico Scarlatti (hijo), ambos músicos italianos que crearon innumerables composiciones vocales sacras. Alessandro es autor de su famosa cantata del Oratorio Messa per il Santissimo Natale di Nostro Signore, que interpretara para la corte papal en 1707.

Pero anteriormente a los nombrados, la música de aquéllos tal vez no hubiese sido la misma sin las composiciones de Arcangelo Corelli (1653-1713). Su “Concerto Grosso” Op.6 Nº8, que él llamó como “Hecho para la noche de Navidad” y conocido universalmente como “Concierto de Navidad” es el más famoso.

El músico barroco italiano Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736) con su “Misa para el Santísimo Nacimiento”, la Misa Romana, el Magnificat y el Salve Regina, rindió un culto extraordinario al Nacimiento, al igual que el veneciano Antonio Vivaldi (1678-1741), precisamente de la escuela que también frecuentó Albinoni, quien hizo su aporte a la música sacra con Salve Regina y el Magnificat; el oratorio “La adoración de los tres Reyes Magos al Niño Jesús” y el concierto para violín “El descanso-Para la Navidad”.

También, aunque menos notorio dentro de la música barroca frente a los notables que hemos mencionado, se encuentra el meritorio alemán Johann Adolf Hasse, (1699-1783) con su Salve Regina.

Románticos de los siglos XIX y XX

Más cercanos en el tiempo encontramos a Charles Gounod (1818-1893), con su Ave María; y, entre ellos, se destacó también el noruego Edvard Grieg (1843-1907), que para honrar la música navideña compuso “O Magnum Mysterium” (¡Oh gran misterio y admirable sacramento, que las criaturas vieran al Señor nacido, acostado en un pesebre! Oh bienaventurada Virgen, cuyas entrañas merecieron llevar a Jesucristo, el Señor. Aleluya!).

Otro de los grandes y más próximos fue Camille Saint-Saëns (1835-1921), con su “Oratorio de Navidad Op.12.” y el Ave María. Aunque poco conocida su obra en el campo sacro, ésta denota influencias de Bach, Gounod y también de algunos villancicos populares.

Por su parte, Ottorino Respighi (1879-1936), con su obra coral “Lauda per la Natività del Signore” y un sinfín de otras composiciones, se erigió como uno de los mayores músicos del siglo XX.

Como hemos visto, la música siempre estuvo presente en las celebraciones navideñas, a través de conciertos, oratorios, valses, cantatas y hasta música pop. Música que tuvo como corolario en aquella sencilla (y vigente) Noche de Paz, que allá por 1818 escribió el padre Joseph Mohr y musicalizó Franz Xavier Gruber. Si bien, de alguna manera (o de distintas maneras y con diferentes ritmos), la música toda, sin distinciones, siempre se encargó de exaltar a esa gran festividad de la cristiandad.

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Händel dejó una copia del oratorio “El Mesías” al Antiguo Hospital de Expósitos, en Inglaterra.

Una antigua tradición

Los villancicos tienen sus orígenes en el siglo XII, sin connotación religiosa, aunque poco a poco empezaron a formar parte del repertorio eclesiástico, al punto tal que hasta la misma Iglesia generó luego los suyos propios y hoy se entonan tanto en Europa como en toda Latinoamérica, en los tiempos de Adviento y Navidad. Recordamos aquel que reza:

Hoy en la tierra el cielo envía

una capilla angelical trayéndonos

paz y alegría,

cantando el himno triunfal.

Viene a anunciar el nacimiento

de nuestro Redentor.

Llenos de agradecimiento digamos

todos con fervor: ¡Gloria a Dios en el cielo!

Y también el más que simpático:

¡A Belén, pastorcitos!

a ver al Rey de los Reyes

ese niño divino

que ha nacido en un pesebre.