Al margen de la crónica

Los ruidos consagrados

Es una obviedad recordar que los derechos de uno, terminan donde comienzan los del otro. En Santa Fe, es habitual que la diversión de los jóvenes se traslade, según sea verano o invierno, de la Costanera al centro. A estas alturas, hay que admitir que ninguna de las administraciones municipales anteriores logró generar equilibrio entre el derecho de los que quieren destrozar sus oídos, los intereses económicos de los empresarios de la noche y el de los vecinos que apenas pretenden poder descansar. Parece que ésta transita el mismo camino. La madrugada del 25, la Costanera fue, para los vecinos y para los que debían atravesarla, lo más parecido a un infierno. Autos circulando en contramano, gente que se conducía con imprudencia y... la música de los boliches. Lo mismo se repite cada fin de semana.

El Programa Internacional de Seguridad Química asegura que los efectos nocivos del ruido, entre otros, generan una notable disminución para compensar el estrés. Los que eligen el ruido en exposición constante, deberían saber que casi el 10 % de ellos terminará siendo un adulto sordo.

En este diario, es frecuente los sábados y domingos, recibir la visita de vecinos de lugares donde funcionan los famosos boliches. Llegan alterados. Todos viven en zonas residenciales en las que, por causa de esos centros de diversión, sus propiedades perdieron valor, pero que siguen pagando tasas como si sus casas y el lugar donde insertas fuera lo mejor de la ciudad. El artículo 2.618 del Código Civil es claro al respecto. Hay niveles que el organismo humano es capaz de tolerar y a partir de allí, es nocivo para las personas y está fuera de ley.

Acá algo se puede hacer. El organismo de control encargado, no está haciendo bien sus deberes. No es tan difícil. Los decibeles se deben medir durante las horas pico en las que los boliches funcionan. Pero no trabajan durante la madrugada. La ley del látigo funciona y las pruebas son que, a partir de los controles en el tránsito, de a poco, todo se va ordenando. Fijar horarios, exigir inversiones necesarias a quienes lucran con la noche para insonorizar instalaciones y controlar -sobre todo controlar-, además de aplicar multas importantes y clausuras a quienes no se ajusten a las normas vigentes, puede ser un buen comienzo para que los derechos de unos no avasallen los de los demás.