ARTES VISUALES

“Macro en Galisteo”

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“Death Mask”, de Daniel García.

Domingo Sahda

En la primera semana del mes de diciembre del año próximo pasado fue abierta a consideración del público, en la Sala Mayor y Laterales del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, una exposición de obras patrimoniales pertenecientes al Museo Macro de la ciudad de Rosario. El impreso de mano, a modo de catálogo circunstancial nada nos advierte en torno de los autores y/o obras que se exhiben. A falta de datos sobre los creadores que sostienen lo exhibido, y en contraposición al profuso detalle de autoridades intervinientes de este acontecimiento, le corresponde a cada quien que visite la muestra en cuestión, hurgar en su memoria acerca de los artistas, sumado al qué es aquello que se muestra.

La difusión del patrimonio artístico que colecta cada sociedad, y esto sucede desde la Revolución Francesa de 1789, se inscribe en el sano concepto de apuntalar el crecimiento cultural participado y colectivo, y estas colecciones se fundan en la idea de reunir y hacer conocer aquello que la comunidad atesora mediante determinadas instituciones creadas a tal fin. Museo, como museum -espacio habitado por las Musas del conocimiento y su consecuente fruición-, se funda en la perspectiva de educación del soberano antes que en almacenamiento cuidadoso -o no tanto- de objetos y obras de arte.

Así las cosas y dentro de los límites del apelativo-contraseña de la exhibición de marras, están puestas a disposición del público obras concebidas y desarrolladas en el plano y en el espacio tridimensional cuya descripción y/o interpretación rehúsan el intento de análisis reflexivo inherente al arte visual con sus aceptados propósitos, procesos y productos cognoscibles vinculados con la contingencia de la vida humana.

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“Homenaje a las víctimas de la tortura”, de León Ferrari.

La “contemporaneidad”, denominación ambigua que ha ido creciendo y difuminándose al amparo de su específica indefinición conceptual, se encabalga, por lo que en esta ocasión se expone, en una idea acotada al tiempo de producción de cada obra y sostenida directa o indirectamente por la concepción “duchampiana” del arte, con su desdibujamiento intencional de los límites atinentes al arte visual.

En esta exposición, se trata en casi todos los casos de desafíos que exigen del espectador avisado un ángulo de mirada y aceptación en los cuales la audacia, el ingenio y el trampantojo se anudan y se enlazan vinculándose con un tiempo histórico-social y con un nivel de significación cognitivo-expresivo particular. Ésta es una exposición destinada a públicos que cuentan con una cierta información previa y saben o esperan a qué atenerse sin provocar el desconcierto o la perplejidad.

“Macro en Galisteo”

“La Mamouschka operada”, de Edgardo Giménez.

El Arte Visual es, desde el origen de los tiempos históricos, y antes aún, un modo de re-presentar la condición humana, sus dramas y sus proposiciones, apelando una y otra vez a un lenguaje ni sonoro ni gráfico. Y no por ello menos esencial, para construir el entramado social de pertenencia, sea cual fuere la cultura de cada tiempo cronológico. Por traslación no explícita el Arte visual, deviene documentación visible y tangible de la historia humana de cada tiempo y de cada lugar pasible de interpretaciones diversas, a veces controvertidas, otras antagónicas, pero siempre situadas geográficamente en un tiempo y lugar. Así las cosas, esta muestra no puede eludir el ser apreciada como déjà vú (lo ya visto) con un cierto aire de “internacionalismo” aséptico. Puede, eventualmente, ser leída e interpretada como documentación propia y de estudio de las Ciencias Sociales, la Sociología, la Política, etc. en tanto refracta, a veces, los contrasentidos, las disoluciones y las provocaciones del entramado sociocultural que rechina por uno u otro costado. No es la primera vez ni será con seguridad la última en que el arte plástico aquí o allá, en cualquier otra de sus variables preanuncie a modo de avanzada el devenir humano, en tanto el arte sea leído como lo que es: un espejo invertido de la sociedad humana.

El riesgo de recortar las obras en exposición a una sucesión de curiosidades estéticas asalta a cada paso, con la necesaria recurrencia a la linguística u otros sistemas de signos para una pertinente lectura de apreciación.

Muestra hermética para el grueso del público, no alcanzan los escuetos textos impresos para orientar la mirada del visitante del común.

La creación artística siempre fue renuente, en tanto creación, a mirar con los ojos puestos en la nuca. Mas, entrever en la niebla de lo cotidiano las señales del signo artístico intemporal futuro ajeno a modos y modas del merchandising internacional es un instante proteico que se produce en el encuentro singular de lo afectivo, lo volitivo y lo intelectivo en un tiempo y en un lugar preciso para enriquecer el imaginario del mundo desde una mirada propia, ajena a los vaivenes de tantos popes y opinólogos. Digo, es un decir.