El camino del atraso

Juan Manuel Fernández

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Como si el objetivo fuera impedir que la Argentina se encarrile en el camino del progreso, la administración Kirchner parece empecinada en destruir uno de los pocos actores que todavía le permiten al país “jugar en primera” a nivel mundial: el sector agropecuario.

Una historia de decadencia, primero política y luego social, destrozaron aquel capital que en otros tiempos nos puso al tope de varios ránkings en el contexto internacional. Por citar algunos: la primera y más extensa red ferroviaria de Sudamérica; la flota de aviones y el servicio aéreo más moderno de la región; la educación pública, ícono de la Argentina de las posibilidades y el ascenso social. Todo esto quedó sólo en el recuerdo. Las vías se mantienen lo suficientemente herrumbradas para garantizarle el monopolio del transporte de cargas al gremio de los camioneros, que así asegura los más altos costos para la producción; a Aerolíneas Argentinas la regalaron para que otro le saque el jugo y la saquee, para luego comprarla (o expropiarla, lo mismo da) y traer nuevamente a nuestros corazones, de la mano del movimiento “Nacional y Popular”, el orgullo de la línea de bandera; mientras que de las escuelas secundarias y las facultades hoy quedan edificios derruidos, docentes mal pagos y postales anárquicas cada vez que hay que elegir autoridades en la Universidad de Buenos Aires.

El mismo fenómeno decadente sacó del campo a 100.000 familias durante la penúltima década infame, la anterior a esta. Y a pesar de ello —y no a costa de ellos, como algún obsecuente pretenderá argumentar— muchos chacareros, ganaderos o tamberos sobrevivieron. Quien más, quien menos, lo logró a fuerza de espíritu emprendedor, de cultura de trabajo, de valentía para la inversión, de coraje para animarse a los cambios tecnológicos. La persistencia de estos valores impulsó la modernización, que a su vez permitió capitalizar en un santiamén el auge de los commodities en el mercado mundial y superar antes de lo previsto el derrumbe de 2001.

Lamentablemente las cosas parecen estar cambiando. Actitudes revanchistas, ahorcamiento económico e indiferencia por parte del gobierno empiezan a desviar la atención de miles de chacareros, que ya no emplean tanto tiempo en imaginar de qué manera producir más sino en cómo organizar una asamblea, bloquear una fábrica o montar un piquete. Mientras, la gestión K pretende calmarlos con discursos falaces, dádivas y subsidios, en lugar de pensar a largo plazo o brindar seguridad jurídica. Si la fórmula les funciona el campo también habrá caído en la trampa del clientelismo, cerrando así, definitivamente, el círculo de la improductividad y el atraso.