EDITORIAL

La “Bonaerense” suscita dudas

Hay serios indicios para sospechar que el secuestro del empresario Leonardo Bergara puede vincularse con un mensaje mafioso organizado por personal en actividad o desocupado de “ la Bonaerense”, la tristemente célebre Policía de la provincia gobernada por Scioli. Las recientes amenazas denunciadas por Bergara parecen confirmar esta sospecha.

Que importantes funcionarios de seguridad de la provincia hayan sugerido esta hipótesis y que el propio gobernador la haya admitido, autoriza a pensar que más que indicios lo que hay son casi certezas de que se trata de un operativo organizado por grupos policiales o parapoliciales para crearle turbulencias al gobierno y, al mismo tiempo, demostrar que pueden actuar con absoluta impunidad.

Como se recordará, los familiares de Bergara pagaron el rescate en la localidad de Pinamar. En esa misma ciudad costera diez años antes había sido asesinado el fotógrafo José Luis Cabezas en un operativo que hasta el día de hoy sigue siendo confuso, pero en el que no hay dudas que intervinieron policías en actividad. Tampoco hay duda de que uno de los objetivos del crimen fue darle una “señal” al entonces gobernador Duhalde sobre las relaciones que debía mantener con la policía si quería seguir gobernando en paz. Como se recordará, el cadáver del infortunado fotógrafo apareció en un camino aledaño que “casualmente” era el que recorría Duhalde todas las mañanas para arribar a una laguna.

Más allá de las visibles diferencias del caso, lo ocurrido ahora parece reproducir la misma metodología: un despliegue inusual de recursos, disponibilidad de tecnología, medios y experiencia a los que muy difícilmente accedan los delincuentes comunes y una estrategia que privilegiaba mucho más la amenaza a las autoridades constitucionales que el botín económico reclamado.

Se sabe que en estos casos es necesario avanzar con las investigaciones y atenerse más a los hechos que a las especulaciones. El gobernador Scioli y sus principales colaboradores se han manifestado con claridad y han expresado su voluntad de no dejarse condicionar por los delincuentes. El tema, de todos modos, es delicado porque vuelve a poner en primer plano a una institución que sufre un severo desprestigio y produce una gran desconfianza, visiones y percepciones tan negativas como preocupantes porque debería ser la garante del orden y transmitir seguridad y tranquilidad a la ciudadanía.

A nadie escapa que los vicios apuntados exceden a la institución policial y comprometen a jueces, políticos y funcionarios. Las recientes denuncias de un dirigente político acerca de una probable conspiración inspirada por sectores de la policía y grupos marginales de “la derecha” peronista no hacen más que confirmar las peores hipótesis. Desde hace por lo menos diez años, se vienen realizando sistemáticas purgas en “la Bonaerense” pero, como ocurriera con aquella metáfora de la célebre “Danza de los vampiros”, la reproducción del delito o el vicio parece estar asegurada.