El fantástico y olvidado raid de un criollo de mi pueblo

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En la postal, publicada por Hugo Hülsberg en el segundo tomo de su obra “Historia de Progreso, nuestro pueblo santafesino”, aparece al volante de su Ford T el protagonista de esta historia, rodeado por amigos y conocidos.

Facundo A. Marangón

Muchos conocen el raid ecuestre realizado por Tschiffely, en la década de 1920, montado en Gato y Mancha, esos nobles caballos criollos. Pero de no ser por los lugareños, muy pocos conocen de una hazaña similar que también unió Buenos Aires con Nueva York, en la década siguiente, pero en automóvil. La de Miguel Divo, un hijo de inmigrantes sirios afincado con los suyos en Progreso, el pueblo santafesino. Aventurero y caminador, la vida lleva a este hombre a ser mago, ventrílocuo y faquir. La necesidad de un automóvil para sus correrías lo impulsa a adquirir, de segunda mano, un Ford T año 1925 del cual llega a “enamorarse”, debido a su gran resistencia y buen rendimiento.

Sus amigos siempre lo ridiculizaban y lo disminuían, a su “Fortín”, y eso lo llevó a aceptar una apuesta, que consistía en unir Buenos Aires con Nueva York. Quien ganara pagaría un asado con cuero para todos sus amigos. Divo acepta y, tomando solamente una valija con sus cosas y diez pesos prestados por sus amigos, emprende su aventura el 12 de enero de 1935, y luego de 33 meses de toda clase de penurias y privaciones, llega a Nueva York el 29 de septiembre de 1938, por el túnel de Holland.

El pobre auto padeció innumerables situaciones, partió como tipo sedan, perdió su carrocería, fue desarmado y rearmado totalmente varias veces, estuvo sumergido 18 días en el Río Colorado en Costa Rica, marchó sin sus cubiertas muchos kilómetros, sobre vías férreas en varios países, entre otras cosas. Al comprarle otra carrocería, terminó como doble faetón, en el museo de la Ford, en Dearborn en los Estados Unidos.

Ambos raidistas sufrieron la imposibilidad de atravesar la selva de Darién debido a la inexistencia de caminos. Mientras que el caballo adquiere su sustento al andar, y para hacerlo le es suficiente un sendero o una picada, y ante un río nada, el auto necesita caminos, puentes y combustible, entre otros diversos soportes.

En el libro publicado por Divo, titulado “La fantástica aventura de un criollo”, que consta de más de 200 páginas, narra sus actuaciones, la enorme cantidad de vidrio de lamparitas quemadas que -como faquir- tuvo que “comerse”, para conseguir recursos para él y para el automóvil: acto circense para el que era muy hábil.

Ambos raidistas deben haber luchado por la falta de puentes y caminos, ya que probablemente, ni hoy exista una ruta para hacer ese recorrido. Aparte del acoso de indios, bandoleros y alimañas.

Después de sus andanzas, los dos siguieron en lo suyo. El suizo Tschiffely recorrió toda Inglaterra a caballo; tenía 29 años cuando partió de Buenos Aires, y falleció a los 63 años. Descansa, por su expreso deseo, junto a Gato y Mancha, en la Estancia “El Cardal”, en Ayacucho. Divo, que inició su raid con 28 años, siguió después sus correrías por la Argentina, esta vez sobre su casa rodante, y falleció a los 58 años. Descansa junto a los suyos en Progreso, mi pueblo.