EDITORIAL

El viaje de nuestra presidenta a España

Desde el punto de vista de la llamada corrección política, podría decirse que el viaje de la presidenta a Madrid obtuvo resultados previsibles. Los jefes de Estado -sobre todo los de los países desarrollados- suelen ser diplomáticos, no hacen desplantes ni promueven declaraciones chocantes. Para conocer los resultados de una gira es necesario saber leer entrelíneas, observar con atención lo que se dice y no se dice y, finalmente, cotejar la distancia que existe entre las palabras y los hechos.

La visita se venía postergando desde hacía un tiempo. Las agrias discusiones del gobierno kirchnerista con empresarios españoles, los habituales “ninguneos”, las frases descalificadoras contra los inversores, las inauditas presiones de los sindicatos para apresurar las nacionalizaciones, la manipulación demagógica en contra de los capitales extranjeros, habían creado un clima político que no era el más favorable para alentar las relaciones diplomáticas.

Finalmente, se decidió la ida a Madrid, pero la iniciativa no contó en principio con los mejores auspicios. La negativa de Carlos Alberto Reutemann a sumarse a la comitiva fue un desaire político que Cristina Fernández de Kirchner intentó disimular sin mucho éxito. La primera mandataria se fotografió con la familia real y con Rodríguez Zapatero. Abundaron las declaraciones formales y las sonrisas, salvo en el momento en que con mucha delicadeza, el presidente del gobierno español advirtió que el tema de Aerolíneas Argentinas seguía sin resolverse.

Es preciso recordar que en la década de los años noventa las inversiones españolas fueron las más importantes que llegaron al país. Cuando la Argentina se precipitó en la dolorosa crisis de 2001, las autoridades políticas españolas estuvieron muy cerca nuestro, sobre todo cuando desde Estados Unidos y los organismos internacionales de créditos abundaban las declaraciones duras acerca de la insolvencia de nuestro país y la irresponsabilidad de su clase dirigente.

Se sabe que en política nadie regala nada, principio que se hace extensivo con mucho más realismo al campo de la economía. Pero, un país con una diplomacia seria debe saber diferenciar muy bien el campo de los aliados del de los adversarios y, además se preocupa por sostener las posiciones conquistadas no aislándose, siempre respetando las reglas de juego. Si este criterio vale en general, adquiere una particular gravitación cuando se viven momentos de crisis como los que actualmente dominan el escenario internacional.

El futuro dirá si esta visita se redujo simplemente a una movida protocolar o es el punto de reinicio de una nueva relación con España y sus actores económicos. Atendiendo a que la estadía se redujo un día y conociendo las declaraciones, que desde las usinas del poder kirchnerista se reiteran presentando a la nacionalización de Aerolíneas Argentinas como una conquista social importante, no hay motivos para creer que existe algo nuevo bajo el sol.