Mesa de café

El pasado pesado

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Erdosain

—Los peronistas no tienen nombre —dice Abel que no puede disimular su fastidio— incendian Rosario y se han dedicado a bloquear todas las iniciativas institucionales de Binner...

—¿A que te referís?— dice Marcial que acaba de llegar.

—A la Defensoría del Pueblo: la inventaron ellos, fue durante años una cueva de ñoquis del reviglismo y ahora se ponen delicados y estudian con la lupa la designación de un juez honorable.

El que ahora interviene con los botines de punta es José: —A Rosario no la incendiamos nosotros la incendió Castells, que en algún momento votó por ustedes, pero a los gorilas siempre les resulta más cómodo echarle la culpa a los peronistas de las cosas que no saben hacer o hacen mal. A Reutemann casi lo lincharon por la inundación, pero en Rosario una lluvia un poco fuerte provoca ocho muertos y nadie dice nada. Si la ciudad estuviera gobernada por peronistas ya nos habrían denunciado a las Naciones Unidas.

—Ya se sabe que ustedes son incorregibles —retruca Abel— cuando gobiernan roban y cuando pasan a la oposición incendian...

—Por ese camino no vamos a llegar a ningún acuerdo —digo yo—. El agravio nunca sirvió para gran cosa y en política no sólo que es inútil sino que además es peligroso.

—Más que agravio, lo que acabo de escuchar es una chicana —dice Marcial— después de todo, la vida es demasiado dura como para que encima nos privemos del sentido del humor.

—Sentido de humor es el que le falta al Mormón —contesta José, que se la pasa despotricando contra Reutemann, acusándolo de las peores cosas.

—Lo acusa de las inundaciones de 2003 y de la represión y los muertos en Rosario. Que yo sepa los hechos existieron, no son un invento.

—No sólo que existieron —dice Marcial— sino que además nadie se hizo cargo de los platos rotos. En Buenos Aires, por la mitad de lo ocurrido, De la Rúa, Santos, Mathov siguen procesados y hasta estuvieron presos. En Santa Fe el único que está preso es un cabito de cuarta.

—Pero no pueden decir que Reutemann tiene las manos manchadas con sangre —responde José.

—No las tiene manchadas con sangre —dice Marcial— las tiene manchadas con tinta, la tinta que usó para nombrar un perro rabioso como Alvarez en la Seguridad, perro que nunca respondió por lo que hizo.

—Yo creo que lo que dice Binner puede ser cierto —contestó— pero me parece que un gobernador debe tratar de no intervenir en esa lucha política facciosa.

—Si interviene es un faccioso—dice Abel— y si no interviene es porque quiere lavarse las manos... la verdad es que a ustedes nunca se los puede conformar.

—A los que hay que conformar ahora —dice Marcial— es a los maestros y a los empleados públicos que piden un aumento del 20 por ciento.

—¿Y eso que tiene de malo? —pregunta José.

—Tiene de malo en que si el gobierno les da ese aumento que se despida de llegar al 2011 con un poco de prestigio, porque la economía se le va a caer a pedazos.

—¿No estarás exagerando? —dice Abel— ustedes, los conservadores, cada vez que los trabajadores piden aumentos pronostican las peores catástrofes. Para ustedes los únicos aumentos que valen son los que se otorgan ustedes mismos.

—No comparto— concluye Marcial.