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Hipotecas de un amor idealizado

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San Valentín es la fiesta del amor ideal por excelencia, de los príncipes azules y las bellas durmientes, un espejismo que todos buscamos desde niños y por el que estamos dispuestos a firmar una hipoteca sin leer la letra pequeña.

“La hipoteca del amor”, un libro de la psicóloga española Susana Méndez y la psicoanalista argentina Norma Ferro que se publicará el próximo día 20, analiza las trampas del “amor ideal” y los verdaderos componentes del “amor real”. El ser humano necesita el amor, “que es uno de los instrumentos esenciales de la vida”; sin embargo, culturalmente se arrastran ideas estereotipadas de cómo debe ser ese sentimiento, las cuales “se han ido aderezando con el tiempo”.

“Buscar el amor desde ese espejismo hace que nos introduzcamos en el parque temático en el que hemos convertido nuestros sentimientos”, donde esperamos encontrar príncipes azules y princesas rosas, amores eternos, felicidad y prosperidad.

“La hipoteca del amor es el precio que estamos dispuestos a pagar por una fantasía que hemos construido entre todos, por perseguir un espejismo, y luego el despertar tiene muchos costes”, explicó.

Las autoras del libro, publicado por Plaza y Janés, advierten que perseguir la idea estereotipada del “amor ideal” lleva a una hipoteca cuyo pago puede traducirse en que el sueño no se cumpla, se convierta en una trampa y nos sintamos engañados. “El amor no es un fin en sí mismo, sino un camino cuya meta es compartir, crecer y evolucionar juntos”, pero como en todos los viajes a veces uno también puede meterse por vías equivocadas y quedar atrapado en ellas.

Aunque el amor verdadero como ideal “no existe”, tampoco hay que dejarse llevar por la desesperación pues si dejamos de lado los estereotipos se puede alcanzar al “amor real”. El amor real se “entreteje con el autoconocimiento personal, la capacidad de estar solo y otros factores”, la elección realista de la persona amada, mantener una parcela de independencia y el respeto mutuo dentro de un diálogo. El amor al igual que tiene un principio puede tener un final. Sin embargo, la sociedad actual “vende bienestar, la diversión y desde ahí se rechaza el dolor”, de manera que no permite que vivamos adecuadamente el “duelo” que debe permitir “aprender de nuestras equivocaciones, salir más lúcidos y conscientes”. Aunque San Valentín sea “una construcción” fruto de la sociedad de consumo, aconseja que “más que comprar un ramo de flores” para la persona amada, debería hacerse “una jornada de reflexión crítica” sobre el modo en que amamos, “qué nos da el amor y qué nos quita”.