ANOTACIONES AL MARGEN

Longe demais (*)

Estanislao Giménez Corte

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I

Así como el criminal regresa siempre a la escena del crimen y el enamorado pretende hallar al primer amor, el turista se empeña, con alguna terquedad, en retornar a los sitios estivales que, por los motivos que fueren, le tallaron algún recuerdo más poderoso que otros. Si la fortuna es pródiga, el turista finalmente verá su deseo cumplido y regresará, pero siendo otro, al paraje aquel. Salvo excepcionales casos, como si a uno se le diera, por un imposible trueque temporal, ver, estar con el primer amor, experimentará cierta lenta desazón, cuando no alguna desesperación que abofetea la memoria; y, para no evitar lugares comunes, comprobará de facto la tozuda lógica de esa frase lánguida y un poco obvia: nada se repite como la primera vez.

II

Volví a Brasil tras 12 años. Encontré todo: las hermosísimas playas, los morros de exuberante vegetación, las pintorescas bahías de pescadores; todo, todo: un clima cálido y amistoso, tropical, gente amable y desprejuiciada, buenos precios, cómodas rutas..... Hallé todo, sí, menos eso que sentía antes, nada más pisar esa arena recaliente o escuchar la cadencia de la lengua ¿qué era? pregunto, me pregunto ¿qué? Veamos, un olor, eso, sí, un olor, un vaho propio e intransferible; una mezcla de olor a nafta, a mar, a sal, a cuerpo de mujer que camina por la beira mar; un olor a ansiedad, a noche, a alcohol, a maconha, a fruta al sol, a cerveza; un olor a expectación por lo desconocido, a todo ello batido enloquecidamente; un olor por la aventura, que embriagaba, que cruzaba las calles; un olor a pescado, a cosa real, a pobreza real, a belleza real; una fragancia dulce y decadente que poseía a las gentes y a las cosas y les daba color y poesía; un olor que no está, o que en todo caso no está, en mí, más...

III

Entre tantos, el portugués tiene un término hermoso que en castellano no alcanza una traducción acorde o acabada. “Saudade” puede ser melancolía o tristeza o añoranza; es más certera otra de sus acepciones: una “alegría ausente”, la condensación de una emoción que penetra como un estilete, en un instante, y que bordea lo maravilloso y lo triste a la vez. Es un término polisémico, de bella fonética, claro que no en la seca dicción de un argentino, precisamente.

Eso es, entonces; volví y vi y viví, pero el aroma que buscaba no estaba, nunca estuvo, en las cosas y en los lugares. Estaba, y dejó de estar, en mí. Una noche tuve, me parece, una suerte de vulgar feliz epifanía: decidí dejar de buscar ese aroma de antaño, dejarlo ir leve como un recuerdo. Y troqué el ansia de aquel perfume oxidado, de aquel imposible, aquella inútil pesquisa, por el hallazgo de un sonido tan real, tan vivo, tan de hoy aquí y ahora: por sobre el tibio rumor de la costa, el arrullo de las olas, escuché, admiré, amé, a mi costado, la respiración honda y acompasada de los niños, las crianzas, los rapaces, los meninos. Pensé que, finalmente, tiene su sentido y su lógica esa alteración de sentidos. Alguna vez, ellos sentirán el aroma, supongo.

(*) Port.: “demasiado lejos”.