“EL BAÑO DEL PAPA”

Todo sea para salir de pobres

María L. Lelli

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Pocas cosas como la llegada del Papa a una pequeña comunidad pueden generar tanta expectativa en sus habitantes, especialmente entre los más pobres. Pocos acontecimientos de semejante magnitud pueden ser una oportunidad tan propicia para juntar unos cuantos pesos y mejorar la calidad de vida. Pocas veces en el pueblo uruguayo de Melo, ubicado a pocos kilómetros de la frontera con Brasil, el Sumo Pontífice convocará, según anuncian los medios, a decenas de miles de fieles. No hay mucho más que pensar: es la gran ocasión para vender todo tipo de platos caseros y bebidas varias a esa multitud de peregrinos.

La trama resulta verosímil; de hecho, Juan Pablo II pasó por esas tierras litoraleñas el 8 de mayo de 1988 en el marco de una visita oficial al vecino país. Y aquel hecho histórico ha sido el pretexto perfecto para ilustrar, desde una mirada cinematográfica realista, la vida de esos hombres y mujeres que, a diario, le hacen frente a la penuria, y se las ingenian para sobrevivir día a día. El resultado lleva por título “El baño del Papa” (Ídem. Uruguay, Brasil, Francia, 2007) y es el primer largometraje realizado por Enrique Fernández y César Charlone -este último, también director de fotografía, rol que había asumido previamente en “Ciudad de Dios”, de Fernando Meirelles-.

UNA IDEA SINGULAR

Ubicado en el seno mismo de la tragicomedia, el argumento tiene como protagonista a Beto -un más que interesante trabajo de César Troncoso-, un “bagayero” o humilde contrabandista que, con su bicicleta, cruza el paso fronterizo para conseguir alimentos y mercaderías más baratas. Su mujer, Carmen (Virginia Méndez), lava y plancha ropa ajena para que no falte el plato de comida en la mesa, y su hija adolescente, Silvia (Virginia Ruiz), observa con recelo la conducta de su padre, mientras anhela convertirse en locutora e ir a estudiar a Montevideo. Pero Beto ha tenido una idea a propósito de las circunstancias que tienen movilizado a todo el poblado: construir un baño en la puerta de su casa y ofrecer el “servicio higiénico” a todos aquellos que circulen por la zona ese día tan esperado. Claro está que los requisitos mínimos para montar la empresa son materiales de construcción y un inodoro, para cuya adquisición carece de dinero suficiente.

SOBRE EL DESENCANTO

Pese a todo, Beto y su familia -a la que no le ha quedado más remedio que acompañarlo en la misión- logran llevar a cabo el cometido. Sólo falta el bendito inodoro, que este hombre habrá de transportar a fuerza de pedal hasta que un infame agente aduanero se abuse, como tantas veces, de la situación y le retenga la bicicleta en medio de la ruta. Esto transcurre mientras los puestos de comida ya están instalados en las calles, y el Papa ya ha iniciado su discurso. Son estas escenas las que saben marcar las pulsación del espectador gracias a la emoción y el suspenso que habrán de derivar en la desilusión y el fracaso. La mentada multitud se ha reducido a unos ocho mil visitantes, ningún lugareño ha podido vender nada y las esperanzas de Beto, como las de los todos, se derrumban.

Si el humor -sostenido en las destacadas fotografía y banda sonora- oficia como el lenguaje apropiado a la hora de documentar los avatares de la pobreza, el drama no deja de imponerse en un relato que parece no poder evitar el roce con cierta fetichización de la marginalidad. No obstante, la singularidad de la historia amerita el acercamiento a esta cinta que se aproxima desde la orilla oriental.

Todo sea para salir de pobres

Juan Pablo II está por llegar a un pequeño pueblo y sus habitantes advierten la ocasión ideal para juntar unos cuantos pesos.

Foto: Gentileza Primer Plano

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BUENA

“El baño del Papa”

Ídem. Uruguay, Brasil y Francia, 2007. Dirección: Enrique Fernández y César Charlone. Guión: Enrique Fernández. Elenco: César Troncoso, Virginia Méndez, Virginia Ruiz, Mario Silva, José Arce, Henry De León, Rosario Dos Santos, Hugo Blandamuro y Nelson Lence. Producción: Elena Roux. Dirección de arte: Inés Olmedo. Música original: Luciano Supervielle y Gabriel Casacubierta. Fotografía: César Charlone. Duración: 100 minutos. Se proyecta en el cine América.