¿Cómo eres, Irracionalidad? ¿Despreciable o valiosa?

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Este vocablo representa de modo gráfico la fuerza mayoritaria que gobierna al Cosmos.

Foto: EFE

Gotthard Zügel

El individuo y la humanidad se formulan infinitas preguntas existenciales: ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Cuál será el futuro? ¿Cuál, mi destino?... ¿Uno es uno? o ¿Uno + uno= dos? Estas dos últimas cuestiones, en la convivencia, se comportan como el agua y el aceite. Tal vez por todo ello, se considera que la filosofía es un gran interrogante. Siempre formula preguntas... pero jamás elabora una respuesta con asidero. Y si “la ciencia madre”, de tanto preguntar, se hizo nebulosa... la pregunta: ¿Cómo eres, Irracionalidad...? participa de dicha brumosa incertidumbre.

Desde mi óptica personal, el verdadero problema básico de la humanidad consiste en que nadie, de modo individual o en conjunto, ha mirado adecuadamente a nuestro habitáculo Cosmos (...). Tal afirmación parece temeraria. ¿Cómo nadie vio adecuadamente algo tan inmenso como el Cosmos? La demostración es sencilla. El hombre, desde su nacimiento, viene muñido con dos fuerzas que forman un eje, y que son polares y complementarias. Se trata de la irracionalidad y de la racionalidad, son dos fuerzas que se pueden emplear más o menos armónicamente, según sea nuestro criterio personal de “ejercicio de la libertad”. Y aquí también mi óptica particular dice que Dios, al realizar su creación, entre tantas y maravillosas perfecciones dinámicas, no intercaló, por puro gusto y espíritu contradictorio, “algo pésimo y deplorable” (como la irracionalidad, según creencia popular), a la par de algo perfecto y admirable (como aparenta ser la racionalidad), como única excepción cósmica, porque al quinto día de tanto trabajar, quiso tomarse un descansito prematuro (sin esperar el domingo), para “divertirse a costa del hombre”. Más correcto sería pensar que en un mundo perfecto (en origen), dinámico, ordenado, cíclico y equilibrante, “todo anda mal” porque el hombre, al ver todo erróneo, responde a sus falsas visiones, con respuestas dinámicamente equivocadas.

¿Algo para matar?

Veamos: un importante mandamiento bíblico dice: ¡No matarás! Matar, en visión superficial significa lograr que lo que camina deje de caminar, que lo que nada deje de nadar y lo que vuele deje de volar, que las plantas dejen de florecer... Mirando al matar con mayor profundidad, se puede enunciar que: dividir-alterar la natural dinámica de una unidad dinámica autónoma (ser), ¡eso es matar! (caso aborto). En tal caso, hay muertes rápidas: balas, armas blancas, sogas, caídas... y muerte con “visión de futuro”: chorizos en la grasa, frituras, mucho humo, decibeles, drogas, trasnoches, velocidad, desórdenes varios. ... La segunda visión amplía enormemente el espectro de matar, ya que al criterio corriente, debemos integrar unidades dinámicas autónomas como el átomo (cuya división es sinónimo de explosión-bomba), la molécula, la célula y todas las combinaciones emanentes de las diversas uniones posibles orquestadas por la naturaleza. Esta visón ampliada permite considerar que los hábitos humanos, las costumbres, la modernidad, los presuntos descubrimientos “para vivir mejor”, implican una permanente alteración de las dinámicas naturales, por lo cual afirmar que el hombre (por supuesto sin saber) mata de la mañana a la noche, a sí mismo y en consecuencia a los demás, es absolutamente acertado.

Dentro del ámbito del ¿Cómo eres, Irracionalidad...?, pregunto: ¿Allí hay algo para matar? Y la respuesta es: ¡Ya lo creo!

La modernidad

Si el Cosmos es uno, si el Cosmos posee la propiedad dinámica de la unicidad: “Ser uno”, en cuyo caso “Uno es uno” y el dos deja de ser un número entero para ser parte de uno (es integrante interno, fracción del uno), pregunto: ¿Por qué quiere el hombre comprender una unión, un todo, con el conocimiento dividido, fraccionado? En un Cosmos naturalmente interrelacionado, sería lógico pensar que el conocimiento debería gozar de una natural unión-fluidez estructural equivalente (dinámica). Para comprender a ese todo, debo poder usar la totalidad de los conocimientos disponibles y sumar aquellos del futuro, hoy desconocidos, sabiendo que la unión hace la fuerza... la desunión... la debilidad, inclusive en el mundo racional. Al separar el hombre los conocimientos de las ciencias exactas de los conocimientos humanísticos, puso en agonía al conocimiento en su versión global (mató el saber); porque el mundo de las ciencias exactas es comprensivo y comprensible, pacífico... mientras que el mundo humanístico es totalmente violento. El primero se rige por un orden que emana de un código aceptado por todos, mientras que el segundo es el mundo sin código, por ende desordenado, de los saltos mortales, acrobáticos-racionales, sin red de contención. En ese mundo, sufre el “sentido” de la palabra, por carecer de común denominador. Ej.: si se habla de todos los argentinos (en política), la modernidad presupone que hay que saber que los kelpers del campo, los seguidores de Macri, Binner, Carrió y tantos otros de segunda, no pertenecen al todo. Eso es la modernidad: “ser y no ser a la vez”. En buen lunfardo, quiere decir: “quedar bien con Dios y con el diablo”, ser un húmedo-seco, un blando-duro, un flexible-rígido, un racional-irracional, etc... Somos una cantidad infinita de cosas, pero no sabemos “Ser racionales”. Nuestro caos conceptual es visible en la dinámica del yo y de la sociedad, que afecta indirectamente la dinámica de nuestra Madre Tierra.

La fuerza del Cosmos

Pero la palma de oro a la anti-racionalidad (no: irracionalidad) se la lleva la palabra irracionalidad. Este vocablo representa de modo gráfico la fuerza mayoritaria que gobierna al Cosmos; su enunciado sería: “Obedecer (dinámica) no sapientemente (sin razonar-pensar), a las leyes cósmicas”. Y todo lo que obedece a la Ley, de cualquier manera, es formidable, buenísimo, en cambio el hombre afirma: “tal o cual cosa, mala o pésima, inventada por él... ¡ah! es cosa de la irracionalidad”... (desobediencia a los mandatos de toda ley). Gracias a la irracionalidad, el Cosmos es una fantástica relojería que permite a la astronáutica, sus sobresalientes proezas. Si el Cosmos fuera dinámicamente parecido a lo humano, la astronáutica no le acertaría ni al sol, que es grande. La anti-racionalidad y la violencia humana empiezan con el desconocimiento de esta fuerza básica, que también nos integra.

El representante de la Unesco en Argentina me escribía en 1999: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. La Unesco considera que la paz se construye ante todo sobre la base de la “solidaridad intelectual y moral de la humanidad”. Es propicia la unicidad que pregona: “la unión hace la fuerza... la desunión... la debilidad”.

Propuesta: Liberemos al saber de su agonía. Unamos los conocimientos en el seno de la madre filosofía, y transformémosla en: la ciencia de la comprensión. Sería la más popular de todas las ciencias, ya que “desde el más pintado” hasta el más modesto de los hombres, posee capacidad de comprensión. Y comprensión y paz van de la mano. Sentado (por avanzada edad), pero sin fumar (por motivos de salud), espero (con la esperanza de poder compartir la visión de un mundo futuro mejor).

Al separar el hombre los conocimientos de las ciencias exactas de los conocimientos humanísticos puso en agonía al conocimiento en su versión global (mata al saber).