De domingo a domingo

Cómo hacer para que vuelva la confianza

Hugo E. Grimaldi

DyN

Con la presidenta de la Nación en la mesa de negociaciones, el gobierno ha querido darle un dulce al campo, para restablecer el clima de confianza, el activo que más necesita reconstituir. Difícil parada para una administración que se resiste a creer que en ese defecto primordial está el germen de su propia crisis, aparecida aun antes de que se observasen en la Argentina los efectos devastadores de la situación global y, peor aún, porque desde Olivos se considera que es el mundo el que cambia a favor de sus propios paradigmas y que sus acciones al respecto son puramente defensivas y, por lo tanto, legítimas.

Existe entre los agentes económicos y ciertos sectores medios algo de desesperanza en materia de gestión: al gobierno no se le ve uña de guitarrero para pilotar una crisis como la que se viene. Juegan a favor de esa percepción algunos malos antecedentes de la administración kirchnerista, sobre todo en materia energética, agropecuaria y de seguridad, un tema que derivó en la semana en un conflicto de poderes, nada menos que con la Corte.

En cuanto al grado de confianza en que aquí se maneje bien la crisis, la sensación más generalizada es que es un problema de falta de equipos. O nadie planifica o no se comunica bien y hay alguien trabajando tras bambalinas y no se lo percibe. Pruebas al canto: no hay ministro de Economía y recién ahora el Ministerio de la Producción parece que está en condiciones de tener cierto juego propio. Hoy, más allá de los planes para calefones o bicicletas, no se observan líneas de acción profundas, salvo la reunión conjunta que la presidenta ha decidido encarar el lunes con los embajadores de la Argentina por el mundo, a quienes se les dará la misión de ser vendedores primordiales de productos argentinos.

Las informaciones previas dicen que Cristina Fernández les hará una bajada de línea sobre la realidad argentina actual, tema que aspira sea comprendido, además, por todos los que conformen el Consejo Económico Social: “El gran desafío es que la dirigencia asuma el modelo”, acaba de decir la presidenta.

Por eso, les explicará a los embajadores las bondades del modelo, que se basa en premisas mercado internistas, intervencionistas y que propugnan el cierre de la economía y que hoy van a contramano de lo que esos mismos embajadores palpan en sus países de destino, preocupados por salir de la crisis con libre comercio y más mercado. Con ojo crítico habría que agregar que los diplomáticos podrán ser leones vendiendo productos argentinos, siempre y cuando Guillermo Moreno y la Oncca los autoricen, ya que en principio no podrán ser difusores de nuestras ventas de carne, leche o trigo, cuyas exportaciones están cerradas desde hace bastante por ese doble comando.

La desconfianza, que se empezó a gestar en tiempos de Néstor Kirchner, ha sumado en los últimos tiempos varios hitos de difícil retorno, más allá de un episodio clave: uno de los interlocutores con más llegada al poder, Julio de Vido, fue incinerado desde dentro del propio gobierno cuando se dieron a conocer las conversaciones ultrarreservadas que había tenido con el presidente de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati. En cuanto a las otras agachadas que han minado la confianza, ya casi no hay que referir a la manipulación de los índices de precios, que ha costado la destrucción del Indec. Tampoco ha sido gratuita la estatización de los ahorros de las cuentas individuales en las AFJP, hoy sostén fundamental de la recaudación del Estado, aunque ese proceso ha sido cerrado por Ley. Fue sincera Cristina Fernández cuando admitió los graves problemas fiscales del gobierno y le dijo a la Mesa de Enlace que de baja de retenciones no se puede hablar, aunque permitió algunos avances en temas colaterales que ya la semana anterior se habían tirado sobre la mesa. Esta vez, apretados por las circunstancias, los cuatro negociadores del agro accedieron a ponerle la firma a un acta de compromiso que las autoridades tenían redactada, pero sin consultarlo con nadie. Entonces, la dirigencia agraria tuvo que soportar embates serios de sus bases, que tienen pocas ganas de volver a repetir experiencias pasadas, cuando los acuerdos fueron seguidos por dilaciones burocráticas.

Todos estos laberintos imaginados por quien teje y desteje la estrategia del gobierno en clave de poder y de elecciones, Néstor Kirchner, han tenido como reacción generalizada un goteo incesante de fuga de capitales, que este último mes se ha llevado, según cálculos preliminares, no menos de U$S 1.500 millones al exterior. Los temores son tales que hay quienes prefieren pagar la equivalencia a un dólar cercano a $ 3,80 para comprar acciones en la Argentina y, luego de mantenerlas durante tres días sin negociarlas, tal como lo piden las reglamentaciones en vigencia, las venden en Nueva York y las cobran en dólares. El grueso de las operaciones que se transan hoy en la Bolsa local son arbitrajes de este tipo, lo que hace que el volumen bursátil diario de operaciones genuinas sea inferior, por ejemplo, a lo que sortea el Quini 6. Esa calesita, sumada a la falta de oferta de parte de exportadores granarios e industriales que se han quedado con menos mercados en el exterior, producto de la crisis, es la que hace que las reservas internacionales de la Argentina estén desde hace 45 días planchadas alrededor de los 47 mil millones de dólares.

La constante demanda de dólares y la corrección cambiaria que todo el mundo está haciendo a favor de la divisa estadounidense, ha llevado al Banco Central a soltarle un poco más de hilo al barrilete, tanto, que muchos consideran superado el horizonte de $ 4 para fin de año.

Si se miran las series se pueden obtener interesantes conclusiones. Por ejemplo, que desde fin de agosto hasta hoy, el dólar ha subido 20 % (de $ 3,04 a $ 3,65) y que esa rentabilidad le ha ganado a su contendor tradicional, la tasa de interés. Además, en esos 194 días, la divisa sólo retrocedió en 22 ocasiones, lo que termina con el mito que Martín Redrado juega a la incertidumbre. Está claro que el mercado ya le ha tomado el tiempo al BCRA y sabe que esa curva tiene un solo sentido. Pero, además, cada vez que el Banco Central vende dólares, retira del mercado su equivalente en pesos y, en forma primaria, eso presiona hacia el alza las tasas de interés.

Los cálculos de la City arriesgan que durante la última semana las autoridades debieron intervenir poniendo sobre la mesa no menos de 500 millones de dólares, lo que implica que se esfumaron del circuito más de 1.800 millones de pesos, dinero que probablemente los bancos recuperen no renovando vencimientos de Lebac. El problema es que si la mesa del Central no vende dólares, el precio se le va a las nubes por exceso de demanda y falta de oferta. La presidenta de la Nación le ha pedido a las entidades financieras que bajen el precio del dinero para aceitar la rueda del consumo. Tal como están las cosas, no es una cuestión voluntarista ni depende del todo de los bancos.

El martes habrá otra reunión con los dirigentes del agro, que volverán escaldados ante la reprobación de sus bases. Son 4 versus 270 mil chacareros que estarán a la expectativa al borde de las rutas. Los lugares que dependen de lo que gasta esa gente están transformándose en pueblos fantasma y habrá que hacer muchas cosas para devolverles la confianza. El gran desafío para el gobierno es demostrar que puede cambiar, aunque hay quienes creen que el viraje ha sido sólo un maquillaje impulsado por la necesidad.

En cuanto al grado de confianza, la sensación generalizada es que es un problema de falta de equipos. O nadie planifica o no se comunica bien y hay alguien trabajando tras bambalinas y no se lo percibe.

El martes habrá otra reunión con los dirigentes del agro. Son 4 versus 270 mil chacareros. Los lugares que dependen de lo que gasta esa gente están transformándose en pueblos fantasma.