Al margen de la crónica

Un día para reflexionar

Hoy se recuerda el Día Internacional de la Mujer que acordó Naciones Unidas como un homenaje a las valientes luchadoras de todo el mundo que nos han hecho razonar sobre la brutalidad de muchas de las marginaciones históricas (“la mujer es una persona de pelo largo y de ideas cortas”, nos enseñaron). Pero desde las madres dedicadas, a las esposas que nos halagan -pero que nos reclaman y nos ponen en jaque a cada momento-, vemos que las cosas no son tan simples como la sociedad machista nos quiso hacer ver desde chicos. Hoy nuestras parejas, mujeres o concubinas son las que nos permiten superar nuestra etapa más bestial de primates y hacernos crecer en una dirección correcta. Así, muchos varones incluimos en las tareas cotidianas de esposos y padres, el lavar la ropa, planchar, cocinar y hasta lavar los platos -ese rincón de castigo que siempre quisimos imponer- ya no como una forma de devolución sino como un reconocimiento, un acto de elemental reparto de cargas que, años atrás, eran impensados.

Pero es importante entender que esta fecha no es para regalar flores, invitar a cenar a la persona querida o elegir un bombón barato en el quiosco de la esquina. La fecha es una reflexión severa sobre lo que ha sido el rol de la mujer en la historia y el que realmente le corresponde. Es la hora de homenajear a Alfonsina Storni y no a Belén Franchese; es el día en que se yergue imponente el perfil de Alicia Moreau de Justo o Eva Duarte. Esas fueron las mujeres a las que debemos reconocer, aplaudir, homenajear, entregar flores reales o simbólicas.

Por eso corresponde una demostración mayor, hacer saber que en realidad estamos frente a frente con un igual, con alguien con los mismos derechos, con las mismas virtudes y, habrá que reconocerlo, con mayores rasgos de bondad, de generosidad y entrega que los nuestros. Nuestra media naranja, la parte que nos permite ser más perfectos está delante nuestro, es la oportunidad de tomarla y ser mejores, al menos por un instante.