La columna del consumidor - Adelco

¿Servicio público o castigo?

Dra. Claudia González Dato

Ing. Luis Lombó

“Eran las 16.47 hs. cuando el colectivo que debería salir a las 16.30 de la ciudad de Santa Fe, con destino a las localidades de Esperanza y Rafaela, inició su habitual recorrido.

La vieja máquina -maquillada convenientemente- prorrumpía sonidos extraños que manifestaban que los cientos de miles de kilómetros transitados por las rutas argentinas habían agotado largamente su vida útil.

De pronto, a mitad del camino, un gemido brutal interrumpió la calma del viaje, y del sistema de rejillas del aire acondicionado comenzaron a surgir bocanadas de polvo, que por un momento hicieron temer lo peor.

La gente desesperada gritaba al chofer que detuviera la marcha, cosa que éste no hacía, porque en este tipo de colectivos el conductor está totalmente desconectado de la realidad del pasajero.

Finalmente y cuando el bullicio fue elevando su tono, el chofer paró, se bajó para revisar la máquina y transcurrido un tiempo prudencial, subió e informó que todo estaba correcto y que no había ningún problema; palabras que dieron tanta seguridad como los datos del Indec, e hicieron recordar a algunos usuarios la frase grabada en la chimenea del Titanic “que ni siquiera Dios podría hundirlo”.

Finalmente, el trayecto continuó con ventanillas abiertas, aire acondicionado apagado, pasajeros asustados y llenos de polvo, como si en vez de un viaje en colectivos en el siglo XXI, estuvieran subidos a las carretas en las que llegaron los colonos en el año 1856.

Historias repetidas

Esta es una de las tantas historias reales, que son contadas todos los días por los miles de usuarios que tienen la desventura de tener que utilizar este servicio público que parece que nadie controla y que cada día empeora más.

Y aunque parezca mentira, aquellos que peinan canas recuerdan con nostalgia que hace 20 ó 30 años se viajaba mejor que en la actualidad.

Es por ello que desde Adelco creemos que ha llegado la hora de que alguna autoridad tome cartas en el asunto, porque de no ser así, lo que hoy puede contarse como una anécdota plagada de realismo mágico, el día de mañana puede convertirse en una tragedia mayúscula.

La gente está cansada de horarios incumplidos, viajes con 40 grados sin aire acondicionado, colectivos con goteras, sucios, que se rompen a mitad de camino, con escaleras imposibles para cualquiera que no sea un atleta olímpico, de llegar tarde al trabajo, de perder turnos para estudios médicos, de que existan las mismas frecuencias de hace treinta años, sin que nadie sepa dar una respuesta razonable o un horizonte de certeza.

Por ello, invitamos a los ciudadanos a firmar un petitorio que estará disponible en la Oficina de Defensa del Consumidor, que atiende los días martes de 9 a 13, en la Municipalidad de Esperanza.

Revertir esta situación no será fácil; pero si no nos organizamos y reclamamos, la situación cada vez será peor y seguiremos pagando por un servicio caro, de bajísima calidad y que pone en riesgo nuestra salud, tanto física como emocional y psíquica.

¿Servicio público o castigo?

La ruta tiene claras mejoras, pero algunas unidades del transporte público no han hecho las actualizaciones.

Foto: Archivo El Litoral.