EDITORIAL

No hay soluciones mágicas para la inseguridad

La primera en hablar fue Susana Giménez. Pidió públicamente la pena de muerte para los homicidas y abrió una catarata de declaraciones de algunos de los más encumbrados integrantes de la farándula argentina. Entre otros, la siguieron Marcelo Tinelli, Cacho Castaña y Sandro. La queja comenzó a extenderse y el más osado en el reclamo fue Patricio, hermano de la diva, quien propuso sin vueltas: “Repartamos paco hasta que se les queme la cabeza, así no salen a robar y matar”.

Y es que la inseguridad horizontaliza. Coloca a todos los ciudadanos en una situación similar de indefensión. Más allá de algunos matices -la ex esposa de Diego Simeone fue asaltada, pero pudo escapar porque los vidrios de su auto estaban blindados-, nadie está exento de sufrir un hecho delictivo en un país en el que la violencia se adueñó hace tiempo de las calles. Nadie está a salvo. Ya no hay rincones totalmente seguros.

Tanto es así que el flagelo que desde hace años golpea a la mayoría de los ciudadanos de este país comenzó a tocar la puerta de quienes vivieron hasta ahora en una suerte de burbuja de cristal.

Por eso reclaman, porque sienten miedo, porque los agobia esa horrible sensación de que también pueden ser víctimas. Como cualquier otro, como todos.

Más aún, gran parte de los ciudadanos comunes comulga con las ideas propuestas por algunos de los famosos. Y es que la gente también tiene miedo, también siente esa angustiante sensación de inseguridad permanente.

Entonces surge esa pulsión siempre latente de buscar y reclamar soluciones mágicas a los problemas. Así como se sueña con ganar la lotería para ser millonario de la noche a la mañana, se exige pena de muerte con la falsa idea de que esta medida terminaría con la delincuencia.

Patricio, el hermano de la diva que propone distribuir paco para que se les “queme la cabeza” a los que matan, parece no estar al tanto de que esos chicos ya están muertos. Muertos en vida o, como ellos mismos dicen, están “jugados”. No tienen salida, todo les da igual, pues nada hay que perder.

Ninguno de los famosos que ahora claman por la pena de muerte puso el mismo énfasis en el pasado para movilizar a la ciudadanía en el reclamo por mejorar la educación, desarrollar planes sociales alejados del clientelismo político, impulsar más y mejores programas de viviendas, promover la capacitación o la inserción laboral. Y es que la falta de estas políticas no los asustaba, como sí lo hace ahora la inseguridad. La marginalidad era problema de otros. Pero la inseguridad “es problema de todos”. Lo que parecen no entender es que un flagelo es, en buena medida, producto del otro.

Esto no significa que debamos ser indiferentes. Por el contrario, es positivo e imprescindible que el país entero se movilice para reclamar seguridad, pero hay que comprender que las soluciones mágicas no existen.

No es Susana la encargada de brindar recetas, sino los técnicos, los expertos y los dirigentes que, lamentablemente, hasta ahora han hecho poco y nada.