Llegan cartas

Cultura y música

Prof. N. Diana Maglia.

L.C. 3.963.717

Señores directores: Quiero comunicar mi preocupación ante las periódicas informaciones que aparecen en ese diario referidas a la actividad cultural en nuestra ciudad, a través de organismos oficiales, más específicamente desde el Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia.

Si entendemos por cultura “el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, de un grupo social en una determinada época”, debemos acordar, que conceptualmente, abarca todas las expresiones artísticas de la sociedad y que con matices y diferencias, la inclusión habilita a suponer el conocimiento y respeto de todos. Pero pensar sólo en un proyecto cultural apoyado fundamentalmente -o al menos así lo parece- en las expresiones de escaso y/o discutible valor artístico-musical, promover su difusión como “todo es bueno, todo vale”, no ayuda a crear elementos de comprensión sensible y autocrítica inteligente en quienes escuchan y crean música.

La educación artística y -en lo que nos interesa- musical, no está ubicada en un plano de igualdad con el conocimiento técnico-científico de nuestra época. Se habla, se diagnostica mucho, se quiere mostrar interés por desarrollar competencias para el sentido crítico, pero no se implementan los mecanismos adecuados para lograrlo. En general los medios de comunicación sólo se manejan siguiendo un criterio puramente comercial, dictado por los gustos y la moda del momento. Cabe entonces preguntar, por qué las expresiones de alto valor artístico, como la música clásica o académica, no tienen la presencia que merece en la política cultural no sólo actual sino desde hace años.

Llama la atención que en diferentes entrevistas a la ministra de Cultura no se haga mención de la función y actividades de la Orquesta Sinfónica y el Coro Polifónico, así como los organismos orquestales y corales de niños y jóvenes. Sabemos que existen, que están, nada más. Sería deseable alguna referencia que demuestre voluntad de darles la presencia que sí tienen en los países más adelantados y cultos del mundo. Esto no significa desvalorizar las buenas manifestaciones populares y/o folclóricas.

Mi trayecto profesional como docente de música, con título universitario (Inst. Sup. de Música UNL) y mucho tiempo compartido con alumnos en instituciones educativas —nivel medio, terciario y universitario— me decidió a hacer estas reflexiones, que tal vez puedan parecer exageradas. Estoy segura de que mi opinión es también compartida por otras personas y que un buen proyecto cultural sería “nivelar hacia arriba”. Esto no es elitismo sino exigencia.