Volver a las fuentes

La muerte de Alfonsín aunó a toda la clase política nacional. Volver a las fuentes que gestaron la democracia sería un buen inicio para destrabar el conflicto con el campo.

 

Federico Aguer

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Las caras adustas de legisladores, ex funcionarios, mandatarios extranjeros y políticos en general denotaban consternación y respeto por la figura fallecida.

Por primera vez se los vio a todos juntos, compartiendo el espacio con la gente que los ha votado a lo largo de los años. Por increíble que parezca, se mezclaron entre ellos y con el pueblo, dejando de lado por ese momento solemne todas las diferencias y miserias que los dividieron profundamente.

Durante toda la ceremonia, todos fueron iguales, vulnerables ante la muerte y se supieron inferiores al hombre que despedían. En todos los discursos, se destacaron las virtudes cívicas, el coraje y la capacidad negociadora del viejo caudillo, valorando la valentía demostrada en los momentos más duros de la frágil democracia nacional.

El acto sirvió para volver a hablar de ciertas cosas. Sobre todo, los avances registrados en materia de derechos civiles durante los primeros años de su gestión, la visión integradora que eliminó las hipótesis de conflicto con los países vecinos para transformarlos en socios, y la necesidad de ponerse a trabajar para mejorar la calidad de vida de los argentinos basándose en un sistema más justo, con la libre expresión como principio y el desarrollo nacional como meta.

Es cierto que algunas cosas se lograron más que otras, pero desde entonces, la Argentina ha avanzado intelectual y socialmente de una manera increíble, aunque en otras materias hemos retrocedido. Claro que nos costó aprender que la democracia requiere un compromiso que, aunque mínimo, obliga a asumir el desafío de forjar nuestro destino común como ciudadanos activos y no como meros habitantes de un país.

La manifestación de dolor y admiración por el líder que condujo esos avances hizo recordar a la muerte de Perón, tal vez el último antecedente de una manifestación de una magnitud semejante.

Sería bueno que esos valores aprendidos como la tolerancia, el respeto al disenso, escuchar al otro, y la necesidad del diálogo, vuelvan a ser tomados como las herramientas con las que trabajen de ahora en más para resolver las diferencias y los conflictos. Tal vez sea la hora de volver a las fuentes, y empezar de nuevo.