Al margen de la crónica

La lección de Alfonsín

En una Argentina crispada, donde la política parece ser mala palabra pero donde no son pocos los que se atreven a incursionar en esas lides, un sector importante de la ciudadanía se movilizó esta semana para despedir a un ex presidente de la República que incluso debió entregar el mando a su sucesor antes de tiempo ante el descontrol de las principales variables de la economía.

Los analistas coinciden en resaltar que la fuerte movilización ciudadana, sin combis ni vianda, fue el mensaje de una porción importante de la ciudadanía hacia una parte también importante de la dirigencia política que ha hecho de esta actividad un medio de enriquecimiento ilícito y de prebendas personales y hacia un gobierno que tensa los enfrentamientos y descree del diálogo como herramienta para encontrar soluciones a las dificultades del momento.

Más allá de su Chascomús natal, antes y después de ser presidente, Alfonsín vivió en un departamento en una zona de Buenos Aires donde abunda la clase media. Nunca se escondió pese a que tuvo momentos de rechazo en la sociedad. A ese departamento concurrieron dirigentes radicales, de otras fuerzas políticas y de entidades intermedias cada vez que quisieron hablar de política y de analizar la realidad de la Argentina.

Vida austera y diálogo parece ser el mensaje de una porción importante del electorado argentino hacia la dirigencia. Es el tiempo de los moderados, dicen los analistas, definiendo en esa calle a gran parte de dirigentes que buscan atemperar las pasiones, unir a la sociedad y escuchan la opinión de muchos antes de tomar una determinación entre cuatro paredes con la sola compañía de aduladores.

A 90 días de las elecciones y en horas de armado de listas de candidatos, será interesante que las fuerzas políticas tomen en cuenta lo ocurrido entre miércoles y jueves cuando miles de ciudadanos protagonizaron una procesión cívica para despedir a un caudillo que -con aciertos y errores- hizo de la honradez y del diálogo sus banderas.