De domingo a domingo

Esmerándose en que la única verdad no sea la realidad

Esmerándose en que la única verdad no sea la realidad

El ministro de Economía Carlos Fernández fue a a pedir fondos al FMI con la actitud de quien ha ido a la cueva del león para mojarle la oreja, lo cual no impide que el organismo internacional pretenda verificar algunas oscuridades, como las sospechosas estadísticas del Indec.

Hugo E. Grimaldi

DyN

Jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como socio a alguien como yo”: la célebre frase de Groucho Marx, hoy resulta ampliamente aplicable a la Argentina, con relación a su membresía con el Fondo Monetario Internacional. El único problema es que por estas horas, en medio de un proceso eleccionario en el que el oficialismo se debate para ver cómo salva la ropa, nadie podría en el gobierno suscribir esa ironía desde una perspectiva más seria, ya que la realidad se ha convertido para sus miembros en un concierto de disimulos.

Por ejemplo, Carlos Fernández, el poco locuaz y casi invisible ministro de Economía, se está comportando en Washington por estos días como lo indica lo dicho por el genial cómico neoyorkino, o, peor aún, como el integrante de un consorcio que vive pateando todos los tableros, pero que después protesta más que ninguno cuando el portero no le cambia el cuerito de la canilla.

A través de él, la Argentina está cumpliendo el rol del enfant terrible, ya que se opone a rajatabla a cumplir con los Estatutos del FMI, el club del que sigue siendo socio, que le imponen revisiones anuales a las cuentas públicas, mientras le pega al organismo desde la letra del discurso por instrucciones presidenciales, pidiendo “mayor flexibilidad” en la provisión de financiamiento.

Si es una pose para quedar bien ante cierto público interno al que se le vendió las maldades del otro Fondo Monetario, ya es malo hacerlo en ese ámbito; aunque mucho peor es que se perciba que ha ido a la cueva del león sólo para mojarle la oreja.

Ha dicho Fernández que pedir créditos sin condicionalidades “no es un planteo utópico, que hay que discutirlo, aunque la verdad es otra: si llega una misión del FMI, porque ésas son las reglas que la Argentina se niega a cumplir, querrá verificar primero que nada las maquilladas estadísticas del Indec y está claro que así como son ahora las cosas, nunca podrá pasar con éxito esa prueba tan delicada. Quizás tampoco otras, y esto es lo que ha llevado a funcionarios del nuevo Fondo a decir que tienen una “visión poco nítida” de lo que ocurre hoy en la economía argentina, por lo que las eventuales líneas de crédito quedarían para mejor oportunidad.

El juego, que consiste en mostrar únicamente lo que se quiere mostrar, es decir sólo medias verdades, durante estos días ha tenido manifestaciones públicas en el caso del dengue, el debate sobre la inseguridad y la edad de imputabilidad de los menores, las estadísticas productivas del Indec y la recepción que se le hizo a la CGT en la Casa Rosada, con promesas ocultas de subsidios para las obras sociales, dinero que se comenzó a pagar, como un bonus retributivo, al día siguiente de la reunión.

En el caso de la relación con Brasil, aunque allí hay en juego cuestiones diplomáticas inevitables, que naturalmente tienden a endulzar la situación, la llegada del presidente Lula a Buenos Aires, sus reuniones con Cristina Fernández y los discursos y respuestas a la prensa dados por ambos presidentes, han mostrado varios lineamientos al menos ambiguos, lo que permite inferir que no toda la verdad ha salido claramente a la luz.

Quedó en claro, por ejemplo, el acompañamiento argentino, aunque se notaron amplias divergencias no explícitas en cuestiones de fondo, con respecto a la idea de “vivir con lo nuestro” que hoy tiene la Argentina, frente al liderazgo antiproteccionista que encabeza el brasileño.

Industria de los barrabravas

Hubo también ocultamiento rayano en lo delictivo en la bochornosa irrupción de banderas similares en las tribunas de Boca y de River, en ocasión del Clásico, ya que parece imposible que las dos hinchadas hayan podido orquestar al unísono desde sus odios, consignas críticas contra el Grupo Clarín y la televisación del fútbol sin que nadie, desde estructuras afines al gobierno, los haya apañado.

El caso se hace más ruinoso para la imagen gubernamental, porque la movida dejó en off side a diversas áreas interesadas en aplacar la violencia y puso en tela de juicio la verdadera vocación oficial de terminar con la poderosa industria que tienen montada los barrabravas, campeones de los ingresos en las canchas por venta de drogas, “trapitos” de estacionamiento y reventa de entradas, y a sueldo de los políticos y gremialistas que lo soliciten.

En cuanto a las maniobras para hacer y no parecer está el caso de las candidaturas llamadas “testimoniales”, el mejor ejemplo de un invento argentino que lleva a un mayor deterioro institucional, sin incluir los reparos morales que pueda generar el mecanismo.

Según todo lo indica, Néstor Kirchner no se conformaría con ser él mismo cabeza de la lista en la provincia de Buenos Aires, sino que quiere el compromiso de todos los que le puedan arrimar votos, en especial en el llamado Segundo Cordón del Conurbano, intendentes, funcionarios, ministros nacionales, etc. Así de chico ha quedado el territorio que hoy defiende el ex presidente, seguro de que en el interior de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Capital Federal, a dos meses de la elección, resulta casi imposible revertir la derrota.

Este clima de bajoneo político por parte del oficialismo, le ha dado alas a muchos sectores para sacar la cabeza, ya que algunos barruntan que en nombre de las necesidades fiscales, que podrían agravarse por la inversión eleccionaria, hay posibilidades de que vayan por ellos. De allí, que no extrañe la reunión del Grupo de los 7, donde banqueros, industriales, comerciantes, constructores, financistas y hombres de campo volvieron a mostrarse sentados alrededor de la misma mesa, para aguantar lo que se presente.

Otro ejemplo de los autoengaños a los que se someten las autoridades, junto a su extraordinaria capacidad para agrandar en su contra cualquier cuestión, ha quedado en evidencia con la escandalosa prohibición que sufrieron ocho ex secretarios de Energía de los últimos gobiernos democráticos de dar a conocer sus conclusiones sobre la problemática del sector.

El plan, una suerte de Política de Estado de consenso para salir de la crisis, iba a ser presentado en la Facultad de Ingeniería y se quedó en eso, porque sospechosamente el decano descubrió, cuando ya había mandado todas las invitaciones del caso, que “no se trataba de un debate”, sino que como ya existía un documento, el acto se convertía en una “tribuna” proselitista. Inmediatamente, lo que iba a ser un tema de especialistas, aunque francamente crítico para el área que comanda el ministro De Vido -ya que involucra un diagnóstico ilevantable sobre su gestión, junto a la prevención de que se perderá el autoabastecimiento-, pasó a la primera plana de los diarios.

Si bien las ideas del documento no son tan diferentes que las de la actual Administración en cuanto al rol del Estado, todos se enteraron de que había habido en el medio un episodio de censura, que se le atribuyó al gobierno en su afán de tapar el sol con las manos. Todo este divorcio entre discurso y realidad, una constante en el kirchnerismo, es algo que los medios suelen reflejar con crudeza.

El documento de Adepa

Esta postura crítica hacia una táctica que, aunque tenga variantes, ya ha dejado de sorprender porque hasta el menos avisado sabe cómo se plasma la jugada, ha generado desde siempre tensiones en la relación con la prensa, lo que lleva habitualmente al gobierno a decir que enfrente tiene un contrapoder de carácter político, al que define cada vez que puede con el peyorativo sambenito de “medios de incomunicación”.

“El periodismo es visto por una parte del gobierno como un enemigo a derrotar”, han dicho el viernes las empresas periodísticas nucleadas en Adepa para caracterizar el fenómeno, en el informe semestral que produjo la entidad. En el mismo, no se ahorraron párrafos críticos hacia toda la batería de elementos que, habiendo partido del gobierno, han provocado el “grave deterioro” de la libertad de prensa en el país.

En cuanto a la lista de coacciones gubernamentales, los editores detallaron la presión de la Afip hacia los medios, aún desoyendo fallos judiciales, la discusión intempestiva de la Ley de Radiodifusión, la distribución a dedo de la publicidad oficial y la compra de medios “a través de adláteres, el financiamiento de grupos adictos y la cooptación económica de otros”.

Este punto podría derivar, según Adepa, en un peligroso modelo de “centralización informativa”, destinado a generar uniformidad de pensamiento, lo que, a su vez, generaría “cambios políticos convulsivos” por falta de “diálogo cotidiano”, una advertencia que le cabe de modo directo a algunos en el gobierno, si las elecciones del 28 de junio salen al revés y se prenden en una suerte de afán autodestituyente, el mismo que alguna vez sobrevoló por los jardines de Olivos.