EL LECTOR

Pasiones individuales,

responsabilidades compartidas

Rosa Gronda

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El fantasma de la culpa colectiva del pueblo alemán, luego del nazismo, atraviesa el sentido profundo de esta película, que se diferencia de las tantas contadas por el cine acerca del tema, abordado con aguda delicadeza desde un prisma mucho más íntimo, aunque igualmente conmocionante.

La historia comienza a narrarse en Berlín, 1958, donde un adolescente y una mujer se conocen por azar, cuando ésta lo ayuda (y lo limpia), luego de que una inesperada descompostura al regresar del colegio, lo obliga a bajarse del colectivo que lo conduce a su casa. Ella lo dobla en edad, pero ese conocimiento casual es la puerta abierta de una apasionada relación que resultará para el joven desamparado en la soledad de una familia biológica distante, una entrada al mundo de las sensaciones y sentimientos. El vínculo se basa tanto en el descubrimiento físico como en el del mundo de los libros, que él lee y ella disfruta. Inesperadamente, la mujer desaparece un día sin dejar rastros, hasta que varios años después, el muchacho reencuentra a su antigua amante entre las acusadas de un juicio por crímenes de guerra. El descubrimiento de que esta mujer, esencial en su vida, fue guardiacárcel en el campo de concentración de Auschwitz, abre un giro significativo en el relato y echa luz sobre otro secreto de la protagonista, que vuelve a cambiarnos la mirada sobre ella.

Con la estética calma narrativa que lo caracteriza, Daldry va develando las claves de una historia que va y viene en el tiempo, durante casi cuatro décadas, para dibujar un drama que se proyecta mucho más allá de la inocencia o la culpabilidad que abruman a una estupenda Winslet, a quien le toca interpretar uno de los personajes más entrañables y ambiguos que hayan pasado por la literatura y el cine (la película se basa en la exitosa novela del mismo título escrita por el alemán Bernhard Schlink).

Tres momentos

La narración se fragmenta en tres partes claramente diferenciadas en el tiempo: inicio de la historia de amor (el despertar a la belleza y los sentidos); el inesperado reencuentro, que sucede en torno del juicio donde se exponen las ambiguas relaciones entre ley y moral. Finalmente, la estructura del film cuenta con un epílogo que se extiende a mediados de los noventa, donde se abarcan las distintas formas de expiación para los involucrados de uno y otro lado. Allí resulta fundamental la breve pero sustanciosa intervención de Lena Olin, encarnando a la hija de una sobreviviente del exterminio.

En sus tres segmentos, la necesidad de expiación es una notoria constante que se corresponde con la necesidad de lavar -literal y simbólicamente- culpas tan imborrables como la sangre en las manos de lady Macbeth. Con acentuada melancolía la película deja claro el balsámico -aunque temporal- poder de la belleza, de la juventud y la lectura.

Una acertada metáfora

“El lector” es una historia de claroscuros que calan hondo con una serie de cuestionamientos ético-emocionales tan dolorosos como terribles, consiguiendo plasmar una acertadísima metáfora sobre la relación del pueblo alemán con el nazismo, un tema extremadamente complicado que se desarrolla exhibiendo todas sus aristas, incluso el olvido por parte de las generaciones más jóvenes.

El film construye su propia y rica simbología: la lectura, como luminosa herramienta de purificación junto a la imagen recurrente del agua, presente desde el primer encuentro y líquida constante para hilvanar los recuerdos.

Sencilla en sus formas pero compleja en su fondo, brillante en su puesta en escena y sabiamente sostenida por sólidas actuaciones, “El lector” es fuerte e intensa: una historia de dolor, de errores humanos y culpabilidad compartida. Pero también es un poema al descubrimiento del primer amor, a los besos perdidos en el desgaste del tiempo y a la inocencia que deja paso a la necesaria conciencia adulta del mundo.

Pasiones individuales,  responsabilidades compartidas

Una pasional historia de amor entre un adolescente y una bella mujer que lo dobla en edad. Desde una óptica íntima y humanizada, el director Stephen Daldry (“Billy Elliot” y “Las Horas”) se acerca al tema de las repercusiones del Holocausto en algunos de sus sobrevivientes en la Alemania de posguerra.

Foto: AFP

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MUY BUENA

“El lector”

Dirección: Stephen Daldry. Países: USA y Alemania. Año: 2008. Interpretación: Kate Winslet (Hanna Schmitz), Ralph Fiennes (Michael Berg adulto), David Kross (Michael Berg de joven), Lena Olin (Rose Mather/Ilana Mather), Bruno Ganz (profesor Rohl). Guión: David Hare; basado en la novela “El lector” de Bernhard Schlink. Producción: Anthony Minghella, Sydney Pollack, Donna Gigliotti y Redmond Morris. Música: Nico Muhly. Fotografía: Chris Menges y Roger Deakins. Montaje: Claire Simpson. Vestuario: Ann Roth. Duración: 124 min. Se exhibe en Cinemark.