En barrio San Agustín

Microemprendimientos a

cargo de mujeres sin empleo

Fueron capacitadas para encarar sus propios proyectos productivos y generar un ingreso económico. Tres mamás cuentan su experiencia: dietética, maxi-quiosco y confección de almohadones son las actividades que desarrollan.

De la redacción de El Litoral

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Lorena, Betina y Roxana tienen entre 26 y 30 años, son mamás y amas de casa; sus maridos están desempleados o hacen changas. A través del Centro de Acción Familiar Nº 26 del barrio San Agustín, realizaron un curso de capacitación -organizado por la asociación civil Palabras- que les permitió gestionar sus propios microemprendimientos.

“Estamos muy entusiasmadas y nos sentimos mejor porque es algo que vamos a hacer nosotras con nuestro esfuerzo”, aseguró Lorena, quien planea dedicarse a la confección de almohadones, toallas y toallones.

“¡Estamos re contentas!”, acotó Betina, que está reacomodando una habitación de su casa para abrir una dietética.

Por su parte, Roxana consideró “de gran ayuda” el proyecto de ampliar su quiosco, ya que su marido está desempleado.

Capacitarse

En el curso “Mujeres en busca de empleo”, un grupo de 30 aprendió a hacer un curriculum y a presentarse a una entrevista de trabajo. “Nos gustó mucho ese curso porque todas éramos muy cerradas, pero ahí aprendimos a tener más confianza en nosotras y a desenvolvernos más”, acotó Lorena.

En ese marco tuvieron la opción de elegir entre buscar un trabajo en relación de dependencia o armar un proyecto propio. “La mitad eligió buscar trabajo y nosotras decidimos armar nuestro propio negocio”, señaló Betina.

Fue así que se capacitaron en cómo calcular los costos, pedir presupuesto y detectar las fortalezas y debilidades; en definitiva, conocer el negocio.

Del proyecto a la realidad

Después de varios meses de estudio de mercado, estas mujeres recibieron un subsidio de $1.500 para concretar su negocio. Lorena va a fabricar -con la ayuda de su hermana que es modista- almohadones, toallas y toallones, con el nombre de “Estrella fugaz”.

En tanto, Betina decidió abrir la dietética “Nuestra Señora de Guadalupe” porque asegura que en su barrio “si bien hay quioscos, verdulerías y despensas, no hay ningún lugar para comprar productos dietéticos”. Esto la animó a encarar este rubro. Además, remarcó como otra de las fortalezas de su futuro negocio que venderá productos sueltos, por peso. “Mucha gente no tiene para comprar un paquete de fideos o de arroz, entonces en mi local podrá comprar un puñadito”, explicó.

Por su parte, Roxana ya tiene un pequeño quiosco en su casa, pero hasta ahora sólo se dedicaba a vender golosinas. Gracias al subsidio podrá ampliarlo y vender productos alimenticios. “Lo voy a llamar maxi-quiosco Diego, que es el nombre de mi hijo más chiquito”, contó orgullosa.

Satisfacción y confianza

Más allá de la entrada económica que significan estos emprendimientos -de gran ayuda para la economía del hogar, en el que muchas veces un plan social es el único ingreso-, estas mujeres rescatan lo que significa para ellas poder hacer algo por su propia cuenta.

“Valió la pena el esfuerzo de hacer los cursos durante un año”, aseguró Betina. “Esto nos da una gran satisfacción”, acotó su compañera. “Nos hace sentir que podemos hacer algo para mantener nuestra familia y nos da confianza en nosotras mismas”, concluyó Lorena con una enorme sonrisa.

Microemprendimientos a  cargo de mujeres sin empleo

Las mujeres remarcaron la posibilidad de aportar económicamente a sus hogares, así como la satisfacción de hacer algo por su propia cuenta.

Foto: Néstor Gallegos

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ADEMÁS

Formación y posibilidades laborales

San Agustín es un barrio que se caracteriza por contar con altas tasas de mujeres solas a cargo de sus hijos y con necesidades de capacitación en lo laboral. Es por esto que el Centro de Acción Familiar Nº 26 se contactó con la Asociación Civil Palabras y desarrollaron instancias de capacitación y formación para el empleo, abordados desde la perspectiva de género.

Lorena, Betina y Roxana -tres de las 30 mujeres que se capacitaron- coinciden en que durante las reuniones aprendieron muchas cosas: “No sabíamos a dónde recurrir ante casos de violencia ni los derechos que tenemos nosotras y los chicos”.

Durante seis meses fueron conociendo sus derechos: a la salud, la educación y a trabajar, entre otros. El espacio se convirtió en un lugar de encuentro, donde cada una llegaba con sus problemas y podía encontrar una respuesta.

“Una chica que conozco fue al hospital para atarse las trompas porque ya no quería tener más chicos. El médico le dijo que no podía hacerlo porque tenía que ser mayor de 30 años. Pero eso es mentira; en este curso aprendimos que es un derecho nuestro y que si una quiere hacerlo, el médico no se puede negar”, comentaron.

Una vez finalizada la formación en perspectiva de género, continuaron capacitándose en microemprendimientos y proyectos productivos. Hoy, 14 mujeres de San Agustín comenzaron a trabajar y están comprando sus primeras máquinas y herramientas.