Señal de ajuste

Cristina no se va

Cristina no se va

Roberto Maurer

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Ya en los banquetes organizados en los entretiempos de la guerra de Troya, el bufón Tersites solía provocar el enojo de Agamenón y sus reyes, según el relato homérico. Más adelante, en la Edad Media, los señores siguieron tolerando a los bufones aún cuando se burlaran del poder: era una manera de divertirse, la única, ya que no había televisión. De cualquier modo, a pesar de las parodias de los tontos disfrazados, en aquellas sociedades jerárquicas el orden no estaba amenazado. A la vez, eran un entretenimiento para la gleba, en un fenómeno en el cual los estudiosos descubrieron un dispositivo liberador, que llamaron “la risa popular en la plaza pública”.

Ese espacio, hoy, es un estudio de Canal 13 comandado por Ideas del Sur. Desde allí, a través de “Gran Cuñado”, la parodia de la política ha desplazado a la política misma en el interés del público, aun en el marco de una campaña electoral (1). Parecería que las masas indiferentes y agobiadas por las mismas caras repitiendo discursos vacíos en los programas periodísticos de la tele, han preferido sus rostros distorsionados. Se festejan el esperpento y la caricatura, como si representaran las almas desnudas de políticos y funcionarios.

Una vez más, con su creación, Marcelo Tinelli está demostrando ser el personaje dominante de la cultura nacional, inclusive superando a Maradona. Su “Gran Cuñado” se discute en todos los medios de comunicación, en las secciones dedicadas a la política, y resulta intricado determinar si con las preferencias y los vetos se juzga el trabajo artístico, es decir las imitaciones, o a los imitados. No es la única ambigüedad sobre la cual cabalga el espectáculo. Cuando se expulsa a un personaje, ¿se castiga al actor o a quien imita? Para el imitado, ¿es políticamente más conveniente irse pronto de La Casa, ya que la prolongación de su estadía representa una mayor exposición al ridículo? Tampoco se pueden evaluar los efectos de participar en el show, ya que la imitación puede ser agresiva y, por lo tanto, políticamente negativa. Pero, de ser inofensiva, el personaje se beneficia con la aparición de su alter ego en la pantalla, una ventaja que la clase política jamás desprecia.

Si bien las imitaciones se inspiran en percepciones sociales preexistentes, muchas de ellas pertenecen a lo públicamente indecible, y el grotesco puede expresarlas. Así, Cristina puede aparecer como una persona psíquicamente inarmónica (2), Moyano se convierte en pandillero, Mazza en un mucamo obsecuente y Cobos en un ser dubitativo, aunque Jorge Rial fue explícito al respecto y utilizó la palabra “boludo”.

LA ESTRELLA

En un aire enrarecido por la sospecha, las cuatro primeras nominaciones se anunciaron en el segundo programa, que había sido grabado, y nunca se aclaró cómo hubo votación telefónica antes de que los personajes fueran presentados en su totalidad. Esta posibilidad de manipulación del sufragio preocupó más que cualquier denuncia de fraude electoral, lo que revela el estado de la conciencia cívica de la población y los medios que la reflejan.

Al otro día, el ministro Aníbal Fernández habló de la necesidad de una “regulación” y consideró preferible para las instituciones que la presidenta se fuera cuanto antes, mejor. Y se puede conjeturar acerca de la duda tinelliana: ¿Hasta dónde enemistarse con la Casa Rosada? Por otra parte, ¿se puede renunciar a la lograda imitación de Cristina, siendo el personaje estelar que acapara la atención del público?

Como se sabe, con el voto telefónico fueron salvados Alfredo De Angeli y Luis D’Elía, y por el mismo sistema luego se expulsó a Elisa Carrió (una de las imitaciones más pobres). La presidenta, por lo tanto, sigue participando y reingresó a La Casa, donde los dirigentes kirchneristas la recibieron al grito de “Cristina no se va”.

Marcelo Tinelli se burló del pedido de regulación del ministro Fernández, transformándolo en la expresión “marco regulatorio”, que evoca tiempos de censura, y enfrentó la imitación de un Néstor Kirchner enfurecido, que invocaba una vieja condición de amigos, recordando los ocho millones que le entregó el gobierno para construir un estadio en Bolívar, su ciudad natal.

Con su intuición imbatible y rápido de reflejos, sobre la base de las mediciones de audiencia, el conductor-empresario agregó un día más a “Gran Cuñado”, que restó a “Bailando Kids”, cuyo rating no es convincente y que ya ha sido judicialmente denunciado.

(1) Una campaña electoral es el momento en que los dirigentes políticos visitan a los barrios y besan niños pobres.

(2) Se ha divulgado últimamente la chocante expresión “enfermito/enfermita”.

El conductor y el personaje de la primera dama.

Foto: Gentileza Ideas del Sur

 

Cristina no se va

Cuando se expulsa a un personaje, ¿se castiga al actor o a quien imita? Para el invitado, ¿es políticamente más conveniente irse pronto de La Casa?, interroga el autor.

Foto: Gentileza Ideas del Sur