Homenaje a Paulina Simoniello

 

Abelardo García Simoniello.

DNI. 4.539.812.

Señores directores: Hace 30 años, exactamente el 24 de mayo de 1979, fallecía en Buenos Aires la destacada poetisa santafesina Paulina Simoniello. Nacida en Esperanza en los albores del siglo XX, el arte fue su constante dedicación y anhelo. Si bien ejerció la docencia en la escuela primaria más de 30 años de su vida, la música y las letras ocuparon plenamente su mente y su corazón. A los 22 años publicó su primer libro, y por esa época conoció a quien fuera su primer y único amor, el joven pintor José García Bañón, a quien dedicaría su segundo libro, “Éxtasis”, y con quien se casaría en diciembre de 1927.

Radicados en la capital de la provincia, desarrollaron ambos su potencial artístico, apoyándose en forma mutua, y su tercer libro, “Cura-Ocllo” (romance de la raza incaica) hizo que su nombre fuera conocido en toda la América Hispana y hasta en la madre patria, pues la fuerza dramática de esa historia atrajo la atención y los elogios sin retaceos de críticos y colegas, los que se repitieron y acrecentaron con la aparición de “Ivoty” (romance de la raza guaraní), su cuarta obra, a la que siguió “La Maestra y el Médico”, una fantasía en la que volcó vivencias personales de la docencia. El nacimiento de su único hijo en 1941 no distrajo su obra creadora, pues al poco tiempo vieron la luz casi simultáneamente “Pasionario” (fue portavoz de las mujeres famosas de todos los tiempos) y “Hechizo”, libro basado en su experiencia precisamente en la gestión, nacimiento y primeros años de vida de su hijo. Para ese entonces perfeccionó sus estudios de música y comenzó a aprender órgano con el maestro español Suñé Sintes, siendo al poco tiempo admitida como organista en la Iglesia del Carmen, donde llegó a ofrecer un par de conciertos. En 1952, “La Ciudad Encantada” (romance de la raza araucana) renovó los elogios de toda Hispanoamérica sobre la riqueza de su estilo poético.

Ya retirada de la docencia se dedicó de lleno a su nuevo amor, el órgano, y a la dirección coral, a los que se dedicó con juvenil entusiasmo y excelentes resultados, hasta que el fallecimiento de su esposo, en 1974, la hiciera incursionar en Buenos Aires, donde publicó sus dos últimas obras, “Sirtes entre los Escollos” (traducción del poema de igual nombre del escritor italiano Vincenzo Granato) e “Incursión por la noche obscura del alma”, un resumen filosófico de la vida y nuestro destino. Allí fue organista de las Iglesias del Salvador, San Nicolás de Bari, del Carmelo y Patrocinio de San José.

Han pasado treinta años ya, pero los que tuvieron la suerte de conocerla y poder deleitarse con sus versos delicados pero vibrantes, sencillos pero profundos, intensos y conmovedores, nunca podrán olvidar a esa pequeña pero tesonera mujer que con paciencia y dedicación hizo de su vida una obra de amor a los demás y dio un ejemplo de constancia y voluntad.