Hacia una hidrovía nacional

Dr. Héctor Claudio Salvi

La historia no es un destino, es un proyecto. Por eso, carecer de proyectos propios obliga a ejecutar o tolerar los ajenos; en tal caso, no se hace historia se soporta la que otros crean, generalmente, agraviando a nuestros principios e intereses.

El futuro está aquí, en la superficie y por debajo de ella (p. ej. El Acuífero, Guaraní, inmenso volumen de agua debajo de gran parte de nuestro territorio codiciado mundialmente) no en tierras lejanas.

Nuestro destino será el resultado de nuestra voluntad. Qué grato y apasionante es decidirse a apoyar proyectos como el que motiva estas reflexiones. Supone obrar sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza sin destruirla ni desvirtuarla, por el contrario, aprovecharla con racionalidad, prudencia y sabiduría. Aparecen la ocasión y las condiciones para demostrar que anhelamos el comienzo de un proceso ascendente y constructor, inspirado por el amor al prójimo, el respeto a lo que nos fue dado. Para ello hay que tener presente que la geografía es determinante para la acción política.

El proyecto que mencionaré, sin duda integrará los cimientos de la Argentina que merecen nuestros descendientes. De esa Nación que espera que cambiemos de actitud para poder zafar del estado de confusión que nos desorienta y agobia y poner nuestra capacidad y esfuerzo al servicio del bienestar general.

Así lograremos salir del oscuro y tenebroso sendero que culmina en la insignificancia y retomaremos el camino luminoso que conduce a la grandeza.

El ingeniero Carlos María Pellegrini, con probada idoneidad, elaboró una admirable propuesta. En ella explica cómo podemos crear un Sistema Integrado Hídrico Nacional y selecciona inteligentemente los medios necesarios para el logro de ese ambicioso fin. Trataré de sintetizar el contenido del proyecto.

El correcto funcionamiento de una Hidrovía requiere asegurar la provisión de agua suficiente para la navegación y el riego. Propone construir un acueducto alimentado por el río Paraná que garantice: volumen, calidad y permanencia del codiciado liquido: iría de este a oeste, contra pendiente, unos mil doscientos kilómetros. El agua necesaria representa menos del 2 % del caudal medio del río. Nacería en las cercanías de Resistencia, Chaco, y concluiría en el nacimiento del río Desaguadero en San Juan.

La Hidrovía Nacional, comenzaría en la Olla “La Tranquera” (San Juan). Desde ese punto, los caudales transportados por el acueducto más los provenientes de varios ríos que nacen en la alta cordillera y corren de norte a sur, transcurrirían por los cauces milenarios de los ríos Desaguadero, Salado, Curacó Colorado, Negro, por todo el sistema hídrico patagónico, hasta llegar al Deseado y culminar en el Santa Cruz. Ese formidable Cauce, ya existe (“hay que revivirlo” afirma Pellegrini), sólo hay que enviar agua suficiente para lograr ese objetivo. El inmenso valle ya está construido, lo recibimos sin costo pero tenemos la obligación de aprovechar esa ventaja, ese privilegio, la Naturaleza resolvió el problema.

Se trata entonces de una gran obra hidráulica... “que tendrá el dominio y administración del agua dulce en todo el territorio nacional...” Un Despacho Nacional de las Aguas, ubicado en el centro socioeconómico del sistema: la intersección de los ríos Salado, Curacó y Colorado, se haría cargo de esa tarea... Pellegrini tiene claro que para lograr el llenado de la hidrovía, teniendo en cuenta, costos, inversiones, etc., convendría utilizar una combinación de los sistemas de bombeo y de gravedad. En esta cuestión, luce al fruto del esfuerzo, creatividad e idoneidad del nombrado, aconseja reemplazar la energía artificial, en la medida de lo posible, por lo natural, generada por la gravedad, construyendo cinco acueductos para transportar agua proveniente de los ríos Limay, Neuquén, Colorado, Bermejo y Pasaje o Juramento en Embalse Cabra Corral.

Por mera gravitación, las aguas se deslizarían hasta la Olla Desaguadero. Problema resuelto. Costo, mínimo.

Utilizando las fuentes naturales citadas, en poco tiempo, el sistema tendría un caudal de 200 m3/seg., volumen que garantiza navegación y riego y evidentes beneficios para la Nación, ya que se evitaría que ese preciado tesoro que es el agua dulce, termine en el océano. De esta manera, se generaría más vida.

Ese formidable camino de agua crearía, a su vera, una franja de desarrollo: —recordar cómo el ferrocarril sembró asentamientos por todo el territorio nacional— ayudaría a redistribuir población, a valorizar, integrar y ocupar nuestro vasto suelo, sería un medio de transporte formidable y, riego mediante, zonas inmensas hoy áridas y desiertas, se teñirían de verde.

Desaparecería el desierto. No es necesario describir lo que sucedería merced a la provisión de agua; otra vez, repito, se crearía vida. Es un derecho natural, que todo ser humano tiene adquirido desde su concepción, acceder a una cuota de agua dulce que garantice su vida y dignidad. Son millones a quienes no se les respeta ese derecho, luchar para que eso no suceda no es un mérito, es una obligación. Una propuesta como la mencionada, honra a su autor y hará historia.