Informe de Idesa

La mitad de los pobres son niños

y jóvenes relegados de la ayuda

De la redacción de El Litoral

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“La bonanza económica iniciada en el año 2003 ha llegado a su fin. Un rasgo notable de este período de fuerte crecimiento económico es que no se logró reducir las profundas brechas sociales”.

El párrafo pertenece a un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino, que revela que “la manifestación más contundente de este proceso es la presencia masiva de una muy elevada proporción de hogares viviendo en condiciones de pobreza”.

Según datos del Indec “referidos al segundo semestre del 2006 -últimos disponibles antes de las distorsiones de las estadísticas oficiales-, la pobreza afectaba al 27 % de la población urbana”, dice el informe. Pero destaca en especial la necesidad de relevar más allá de la cantidad, “las características de las personas afectadas por la marginalidad social”.

Expone en tal sentido que en la población hasta 18 años de edad la pobreza ascendía al 41 %; entre 19 y 60 años el 22 % y entre la gente con más de 60 años la pobreza sumaba el 12 %.

“Lo datos muestran claramente que las diferencias entre grupos etarios son muy profundas, al punto tal que la incidencia de la pobreza entre los niños y adolescentes es más de tres veces superior a la incidencia de la pobreza entren las personas mayores de 60 años”.

Explica Idesa que “esto hace que prácticamente la mitad de los pobres está constituida por niños o adolescentes. La concentración de la pobreza entre los menores tiene consecuencias muy graves porque el daño que la marginación provoca en el desarrollo físico, intelectual y social de una persona se potencia cuando actúa en los primeros años de la vida”.

Dice el informe que “la niñez y la adolescencia son las etapas del ciclo de vida en que más intensamente actúan los estímulos para la formación. Enfrentarlas en condiciones de carencias y marginalidad produce retrasos en el desarrollo de aptitudes y actitudes para la vida social y desórdenes de conducta que luego son muy difíciles de revertir. Esto alerta sobre la importancia estratégica que tiene instrumentar intervenciones públicas que tomen como prioridad la atención de niños y adolescentes.

Problemas de diseño

“Sin embargo, el fuerte incremento del gasto público que fue financiado por la bonanza económica tuvo una orientación contraria. Por ejemplo, el principal componente de crecimiento en el gasto público social fue la implementación de las moratorias previsionales”, expone Idesa.

Añade que “los datos del año 2006, cuando todavía no operaba este mecanismo, muestran que la incidencia de la pobreza en los mayores de 60 era de aproximadamente el 12 %. Se confirma que la gran mayoría de las personas beneficiadas con las moratorias no estaba en situación de pobreza.

La población menor de 18 años reúne las peores condiciones y proyecta los problemas de un país que involuciona. Pero la ayuda estatal va para otro lado.

/// LA CLAVE

Desenfocados

“Las condiciones de pobreza entre niños y adolescentes tienen asociados flagelos como trabajo infantil, explotación de menores, drogadicción y delincuencia juvenil. La discusión en torno de “mano dura o garantismo” es una falsa antinomia que trata de disimular que la cuestión de fondo es si el Estado seguirá sirviendo a los sectores más acomodados actuando en función de las presiones corporativas, o asume el compromiso de garantizar a todos los ciudadanos desde el momento de su concepción, condiciones mínimas que garanticen su desarrollo personal”.

/// EL DATO

Ayuda equívoca

“Más claro -dice Idesa- es el impacto regresivo de otras fuentes de crecimiento del gasto público. Por ejemplo, el uso masivo de fondos fiscales para sostener las políticas de estatizaciones y de subsidios indiscriminados a empresas públicas y privadas. Que se destinen $ 1.400 millones por año para sostener la estatización de una compañía aérea (más de la mitad de los cuales son fondos para cubrir déficits operativos corrientes de la empresa) cuando el 40 % de los niños y los adolescentes viven en condiciones de pobreza muestra hasta qué extremo llega la insensibilidad social en el uso de los recursos públicos”.