Los medios digitales causan

indiferencia a ciertas emociones

(EFE)

La rapidez de los medios digitales no deja tiempo al cerebro para procesar sentimientos como la admiración o la compasión ante el sufrimiento psicológico ajeno, según un estudio llevado a cabo por neurocientíficos estadounidenses. Los seres humanos pueden procesar la información muy de prisa y pueden responder en fracciones de segundo a signos de dolor físico en los demás, pero la admiración y la compasión, dos de las emociones que definen a la humanidad, requieren mucho más tiempo, afirman.

Los científicos de la University of Southern California, que publican su trabajo en la edición digital de Proceedings of the National Academy of Sciences, utilizaron historias reales convincentes para inducir en voluntarios un sentimiento de admiración ante una virtud o habilidad o de compasión ante un sufrimiento físico o moral. El grado de emoción fue verificado a través de una serie de entrevistas antes y después de tomar imágenes del cerebro.

Tales imágenes mostraron que los voluntarios necesitaron entre seis y ocho segundos para reaccionar plenamente a las historias sobre virtud o sufrimiento moral. Sin embargo, una vez despertada esta emoción, la respuesta duró mucho más que las reacciones suscitadas por las historias que se centraron en el dolor físico.

En opinión de Mary Helen Immordino-Yang, el estudio tiene relevancia para la enseñanza. La culpa no la tienen los medios digitales, sino “cómo se utilizan esos instrumentos”, subraya. Según el sociólogo español Manuel Castells, “en una cultura de medios en la que la violencia y el sufrimiento se convierten en un espectáculo sin fin se instala gradualmente la indiferencia ante la visión del sufrimiento humano”.

Pero Castells señaló que le preocupan menos los espacios sociales por Internet, algunos de los cuales pueden brindar oportunidades para la reflexión, que “la rapidez de la televisión o los juegos virtuales”.

Este estudio es el primero que investiga las bases nerviosas de la admiración y que se centra en la compasión en un contexto más amplio que el del dolor físico. “De hecho separamos el bien del mal en parte gracias al sentimiento de admiración”, señaló Antonio Damasio, quien dirigió la investigación. Los científicos también observaron que estas emociones están firmemente enraizadas en el cerebro y los sentidos, y afectan a sistemas nerviosos primordiales que regulan la química sanguínea, el sistema digestivo y otras partes del organismo.