Entre hoy y mañana

Luis Tarullo

(DyN)

La elección para cargos legislativos del último domingo de junio es el episodio nacional que sin dudas está generando mayor expectativa. Pero hay otras cuestiones que permanentemente demandan idéntico o superior nivel de atención y que indefectiblemente trascienden a la coyuntura de un turno comicial. Una de ellas es el tema salarial, que en los últimos meses ha tenido un desarrollo particular, en vista justamente de los acontecimientos políticos locales y la crisis económica y financiera internacional.

Si el oficialismo sale airoso con comodidad en las elecciones, puede estimarse que los dirigentes más encaramados en la ola progubernamental mantendrían cierto criterio de moderación para no incomodar a quienes desde el poder les están insuflando aire y, a la par, mantener enhiesto el acuerdo que les reporta mutuos beneficios. En caso de una paridad que, no obstante, le permita al gobierno seguir conservando su margen de decisión, sin que la oposición ponga en riesgo sus planes, también podría observarse una conducta similar a la del anterior caso, aunque posiblemente con una criteriosa e incipiente toma de distancia.

Pero, si el oficialismo es derrotado, no hay ninguna duda de que los sindicalistas que mueven el fiel de la balanza buscarán la forma de alejarse de los perdidosos y acercarse a los ganadores, sumándose a la caravana de los nuevos proyectos políticos. El silencio que mantuvieron en las últimas semanas fue demasiado elocuente como para no pensar en una movida de esas características, la cual, encima, tiene numerosos antecedentes en la historia gremial. Entonces, ante esta última posibilidad, es posible también que den rienda suelta a sus demandas e incluso no trepiden en montarse en el conflicto si no son satisfechas sus reclamaciones.

Moyano, cuando habló públicamente por casi última vez semanas atrás, anticipó que después del 28 de junio iban a exigir lo que aún no les habían dado. Puesto en palabras concretas, estaba hablando de salarios, de asignaciones familiares, de deudas con las obras sociales y de otro tipo de beneficios para los gremios, como determinados subsidios. Pero, después, mutismo.

En tanto, por el lado empresarial también primó la cautela del silencio. Todo lo que se leyó y escuchó con referencia al sector del trabajo estuvo relacionado con el empleo, y sobresalió la exposición de la presidenta Cristina Fernández en la OIT, quien, como se esperaba, defendió las políticas gubernamentales para preservar las fuentes laborales o auxiliar a empresas en crisis. No es un tema menor, por supuesto. Hay que convenir que la lucha contra la desocupación y el trabajo en negro es fundamental y que para la inmensa mayoría, por no decir para todos los trabajadores, es prioridad su fuente laboral. Pero, sin dudas, resulta sintomática la ausencia cuasi generalizada de referencia explícita al tema sueldos.

Claro que, contemplando antecedentes históricos, esa actitud no está exenta de lógica en la vida política vernácula y en momentos con características de encrucijada. Esos momentos en los que todos se remiten -algunos, eso sí, vale aclararlo, como franca excusa- a la necesidad de concentrarse en el hoy, pero innegablemente están con el pensamiento puesto en el mañana.