La historia de Lorena

“Me estaba muriendo”

Lorena tiene 25 años y es paciente de Aluba desde hace tres. Hoy se la ve bien avanzando con el tratamiento en la institución, lejos de los treinta y pico de kilos que llegó a pesar con 1.64 metros de altura; sobre todo saludable.

Su mal vínculo con la alimentación comenzó a los 18 cuando se vio gorda, empezó una dieta, después otra y otra. “No tenía sobrepeso, nunca fui gorda, pero se me dio con eso y un día no lo pude controlar más”, cuenta en un break de la terapia en Aluba bajo la supervisión silenciosa de Pedulli.

“Tengo anorexia nerviosa”, dice segura aunque cuando continúa con el relato titubea, tal vez es duro para ella darse cuenta que se hizo tanto mal.

—¿Cómo comías cuando ya estabas enferma?

—Empecé por suspender alimentos como el pan o la leche hasta llegar a ingerir sólo una ensalada de zanahorias por día. Antes de empezar el tratamiento, todos me decían que tenía que comer entonces picaba una galletita y comía un poquito de eso, miguitas o si había fideos comía uno o dos.

—¿En qué pensabas cuando hacías eso?

—No sé, yo sabía que tenía que comer pero no podía, no lo controlaba. Si transgredía eso y comía algo más me sentía mal, re mal, pensaba que ya había engordado. Aunque el último tiempo ya no lo hacía, directamente no comía.

—¿Cómo convivías con la enfermedad?

—Era callada, nerviosa, obsesiva, histérica de la limpieza, mala onda, siempre con dolor de estómago, descompuesta. También buscaba estar todo el día ocupada, con mil cosas para hacer, nunca pensaba en relajarme e iba al gimnasio aunque no me daba el cuerpo. Y estaba todo el día pensando en qué hacer para no comer.

—¿Tenías amigas?, ¿hablabas con ellas de lo que te pasaba?

—Si, tenía pero no las quería ver. Creo que se daban cuenta de lo que me pasaba, pero no recuerdo que me hayan dicho algo. Aunque si me lo dijeron no las hubiese podido escuchar.

—¿Cómo llegaste a Aluba?

—Mis viejos conocían a otra chica con el mismo problema, averiguaron y me llevaron a Paraná. Antes había ido a otros médicos, siempre decía que iba a tratarme pero nunca lo hacía.

—¿Podés reconocer hoy lo que te pasó a vos en otras chicas?

—Sí, en muchas, y si están así es porque nadie se da cuenta.

En su primera visita a Aluba en Paraná, los especialistas resolvieron trasladar a Lorena por su estado de forma urgente a la sede central en Buenos Aires, donde permaneció internada dos meses. “Cuando fui a la entrevista a Paraná no podía parar de llorar, sabía que me estaba muriendo pero no podía hacer nada”, reflexiona sobre su pasado.

—¿Cómo ves hoy lo que hiciste?

—Para mí fue muy feo porque me perdí de disfrutar muchas cosas, pueden parecer pavadas pero no me permitía salir a tomar un helado o ir a un cumpleaños y comer la torta. Decía que no me gustaba el chocolate, cuando mi papá hacía asado yo le decía que no me gustaba la carne y que sólo comía soja que casualmente no había, entonces no comía nada. Hoy estoy contenta porque vivo cosas que jamás pensé que me iban a pasar.