“La supremacía

del inglés”

La sonoridad, la capacidad de flexión y expresión, la ductilidad y la síntesis de cada lengua es distinta, pero en rigor de verdad no es posible establecer la superioridad de un idioma respecto de otro u otros. Las situaciones históricas, sin embargo, crean supremacías de algunas lenguas, y la actual globalización ha otorgado una posición incuestionable al inglés. El brasileño Renato Ortiz estudia en “La supremacía del inglés en las ciencias sociales” el fenómeno, anticipando su oposición al lugar común de apelar a la noción de “dominación imperialista”. “No creo que el concepto de imperialismo sea verdaderamente útil para comprender las cuestiones del mundo globalizado. Si me aviniera a utilizarlo, no tendría mayores dificultades para nombrar al “agresor’, pero terminaría enredado en la telaraña de una categoría conceptual de escaso rendimiento teórico cuando se la aplica a la modernidad-mundo”. Asimismo, Ortiz se opone a formulaciones de tipo “esencialista” o “identitario”, es decir, a la valoración del propio idioma de cada cual, con su idiosincrasia y su autenticidad modal. “Esa perspectiva me habría encerrado en los límites de mi territorio, cuando la propuesta de la ciencias sociales -aun aceptando su historicidad- es constituir un saber, si no universal, por lo menos cosmopolita”.

Importa, en un ámbito como el de las ciencias sociales, recordar que la diversidad de lenguas implica un enriquecimiento de las concepciones y de las visiones del mundo, y la uniformidad, un evidente empobrecimiento. Ortiz apela a las distintas teorías (racionalismo, funcionalismo, etc.), señalando las incongruencias (las de Chomsky, por ejemplo, “irónicamente el gran crítico de la expansión de los Estados Unidos”), centrándose sobre todo en los debates sobre la globalización, que intentan pensarla como equivalente a la universalización. “En el contexto de la diversidad lingüística, distante de la confusio linguarum de Babel, la lengua universal triunfa por razones prácticas, de utilidad. No sólo tenemos, entonces, una jerarquía entre los idiomas, sino que también un elemento sutil de segregación intelectual se instaura y marca la desigualdad que existe entre ellos. La homología postulada entre local y global, particular y universal, rebaja a las otras interpretaciones a la posición subalterna del localismo. Convenientemente, se olvida que el cosmopolitismo no es atributo necesario de la globalidad, y que el particularismo del pensamiento se enuncia tanto en dialecto como en lenguaje mundial porque, en la condición de la modernidad-mundo, es del todo plausible, y común, ser globalmente provinciano”. Publicó Siglo XXI.

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